lunes, 15 de julio de 2019

Wensa Pérez de Lucena y su famoso "BAR Siempre Igual" El Tocuyo

Doña Wuensa Perez de Lucena
    Wensa Pérez de Lucena, fue una dama muy conocida y respetada en la ciudad de EL Tocuyo, antes y después del terremoto de 1.950.

   Hija de Aniceto Pérez y de Eulalia Yépez, Esta numerosa familia estuvo conformada por 6 varones y 6 hembras, Valentín, Adolfo, Aníbal, Miguel Angel, Magdaleno y José María; Ana Rosa, Francisca, Wensa, Elena, Rosa Felicia y Anastasia Pérez Yépez. La mayoría de ellos relacionados con el tamunangue y fundadores del famoso conjunto de los Hermanos Pérez.
Morena como el chimo, pero de mucho valor y temple, que muchos afirmaban que “que una mujer con pelo en el pecho”.

     De su matrimonio con Rafaelito Lucena Torres, nacieron 6 hembras y 6 varones. Recordamos a Hortensia, Luisa Sofía, Lila, Wensa, Lucila y Ana María y de los varones recordamos a: Rafael, Euclides, Olindo, Solano, Pedro Pablo y Miguel José Lucena Pérez. Enviudó muy temprano y sola se encargó de levantar a esa numerosa familia.

Fundó una posada y venta de comidas y bebidas alcohólicas, como fuente de ingresos para el sustento de su familia.

   Heredó de su mamá los conocimientos y la habilidad para la cocina. Su sazón fue reconocida en todo el Estado Lara y en su negocio se reunían personalidades nacionales, regionales y locales.
Organizaba fiestas y “arrocitos” en su negocio y es probable que sus hijas hayan sido las primeras parejas de esos bailes. Se sentaba una silla a la entrada y les preguntaba a los visitantes, ¿tú vas a bailar? Si la respuesta era afirmativa, le decía, aquí no se baile en manga de camisa, ponte un paltó para que puedas bailar. Si los visitantes portaban armas, las tenían que dejar en su poder y recuperarlas al retirarse del lugar. Era tan fuerte su personalidad que los asistentes a sus fiestas respetaban estas normas y sus bailes se desarrollaban con toda normalidad.

   Utilizaba un gran bolso y algunos afirmaban que, en él, siempre cargaba una navaja “Pico e loro” y un revolver cañón largo, bien aceitadito.
   En la ciudad se residenció otra mujer de “pelo en el pecho”, Carmen Guevara, mecánica, corredora de carros de carrera y con un carácter muy fuerte. Después de una agria discusión por rivalidades comerciales con Doña Wensa, esta mujer afirmó, “en El Tocuyo, hay una mujer mas arrecha que yo”.
Vendía marrano frito en su negocio y después de una revisión del médico de la Sanidad, (Dr. Cárdenas) lo agarró por el pescuezo y lo tiró como a un saco de papas. Es muy probable que el mencionado marrano, haya sido desechado por tener “güevitos”.

     Su vieja casona soportó los rigores de los fuertes temblores del terremoto de 1.950, que destruyó muchas casas de la ciudad, pero la destrucción total vino después de ordenarse la reconstrucción de toda la ciudad. No permitió revólver en mano, que el maquinista tumbara su casa, esta luego fue reconstruida, con las indicaciones de un arquitecto amigo. En ella funcionó y funciona, el bar, restaurante “Siempre Igual” que fundó Doña Wensa Pérez. En el patio de la vieja y conservada casa colonial, está una centenaria nigua, que debe haber cobijado bajo su sombra a poetas, músicos, serenateros y a todos los bohemios de la ciudad. Allí se escuchó a la “Pequeña Mavare” interpretando el famoso vals, “Endrina”, a Don Trino Gómez y sus “Casitas de Latas”, interpretada por Raúl Orozco, “El Nacional”, a “Michú” López y su composición “Una Calle de la vieja Tocuyo”, a Hildebrando Rodríguez con sus valse “Romelia” y “Adiós”,a Pablo Canela con sus composiciones “Mi Tocuyo” y el “Gavilán Tocuyano”, a Jesús María Jiménez, Cruz Almao y el Dr. Morillo Diaz, con sus viejas canciones “Boconó” y “Ramoncito en Cimarrona”, a Alfredo Pérez,”el culito” y Pablo Rodríguez, “la ñema” con sus sabrosos golpes tocuyanos, al conjunto de los “Hermanos Pérez”, pagando promesas a San Antonio, allí también se escucharon las canciones de Pedro Hernández y Germán Coromoto Colmenares, pero sobre todo allí se bailó y se sigue bailando con la música de la “Sonora Matancera”, Celia Cruz, Daniel Santos, con la Billos y Los Melódicos.

    Este negocio se llamó “Siempre Igual” y por cosas del destino el mismo sigue igual, quizás manejado por otros personajes, Lucila, Wensa y Ana María y su esposo Carlos Escalona, hijas de Doña Wensa, que atienden al negocio como si fuera su madre. Ellas tratan de mantener las mismas costumbres de años anteriores. 
Doña Wensa, fue muy amiga del señor Frómeta de la Billos, de Manolo Monterrey y de Felipe Pirela, quien decía que ella era su mamá. Estos bailes se realizaban en el Club Concordia, que existió en esta ciudad y a los que ella era una invitada especial.
Al “Siempre Igual” iban desde el humilde hasta el más encopetado empresario. Los políticos y algunos presidentes del país fueron asiduos visitantes de este popular sitio, Luís Herrera, el Dr. Rafael Caldera y “Pepi” Montes de Oca, todos ellos probaron las sabrosas caraotas refritas, con cochino frito, que se servía en ese popular negocio. 

     Sus convicciones cristianas le dieron fuerza para soportar los rigores de la vida. La noche del terremoto llegaron a su negocio, Manuel Agüero y Ramón Sánchez, “la cuca”, “pelaones”, llorosos, asustados y lamentándose de lo ocurrido. Doña Wensa los recibió con estas salomónicas palabras, “todo lo que manda Dios está bien hecho”.

     Al conocer el fallecimiento de su hermano Aníbal, en las redes del amor en una casa de cita de la ciudad, con la tranquilidad que le caracterizaba afirmó: “Aníbal murió en la ley, pero a esa señora habrá que llamarla la silla eléctrica”.
    Wensa Pérez, nació en 1.898 y murió en 1.970. Su sepelio se realizó en medio de una sentida manifestación de duelo popular. La “Pequeña Mavare” dirigida por los hermanos Lucena, parientes de su esposo, acompañó a los restos mortales de doña Wensa con los bambucos, valses y pasodobles, interpretados por este maravilloso grupo. Esta música se dejó escuchar por las calles de la ciudad y al momento de depositar el cadáver a la tierra que la vio nacer.
Flora Ovalles, escritora caraqueña, radicada en Barquisimeto, comenta en sus escritos: “cuando un hombre llega al “Siempre Igual”, le preguntan, ¿qué desea?, el hombre responde una cerveza y una doña para bailar”.

     Actualmente las solteronas y divorciadas de la ciudad asisten con frecuencia a este negocio con la esperanza de echar un pie y suspiran profundo a la espera de un príncipe azul, que siempre tarda para llegar. Algunas de esas bellezas han sido coronadas reinas de las alegres fiestas del local.
Hoy en el “Siempre Igual” se comen las mismas caraotas con cochino, se escucha la misma música y por esta razón este negocio se mantiene, la misma tranquilidad de la vieja casa antañona, por estas razones, el negocio, está Siempre Igual.

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