jueves, 25 de agosto de 2011

Jorge Saldivia Gil ……un verdadero comunista y tocuyano

Jorge Saldivia Gil

...con proyecto político fundador del partido comunista de Venezuela

   📌 Nació en Humocaro Alto, municipio Morán del estado Lara, el 2 de enero de 1.912. Fue ingeniero, arquitecto y dirigente político. Sus padres fueron Félix Miguel Saldivia , de origen libanés e Isabel Gil Sánchez. Sus primeros años de educación los realizó en El Tocuyo y posteriormente se vino a vivir a Barquisimeto para estudiar la secundaria en el Colegio La Salle.

En 1.929, a raíz del alzamiento del general José Rafael Gabaldón con el cual simpatizó, como muchos de los intelectuales tocuyanos de su época, su familia lo envía a Europa. Allí estuvo hasta 1.934, año en el que concluye los requisitos académicos para ser ingeniero arquitecto graduado en la Escuela Especial de Trabajadores de París.

Mientras estuvo en Francia militó en el Partido Comunista. Regresa a Venezuela cuando muere Juan Vicente Gómez y se incorpora a la lucha política, organizando sindicatos y constituyendo partidos políticos como el Partido Republicano Progresistas (PRP) y el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE).

A lo largo del año 1.936, es llamado por el presidente del estado Lara, el general José Rafael Gabaldón, para ejercer el cargo de arquitecto municipal. El Matadero de Barquisimeto, la Casa de Gobierno de Quibor y algunas viviendas familiares, serían algunas de las obras que dirigió y que actualidad se mantienen.

Al año siguiente, Jorge Saldivia Gil, forma parte del grupo de dirigentes políticos expulsados de Venezuela, por actividades ilegales e ideas comunistas. Después de unos meses regresa a nuestro país, llamado por el partido rojo y es en 1.938 cuando es designado secretario general interino del mismo bajo el seudónimo de Roy. Una carta suya dirigida a Carlos Irazábal en México, la cual fue interceptada por la policía y publicada por el diario La Esfera, hizo que la Corte Suprema de Justicia decidiera negar la legalización del Partido Democrático Venezolano. Este hecho le costó a Saldivia Gil la destitución de su alta jerarquía dentro del Partido Comunista de Venezuela.

Le ordenan ir a realizar trabajo de base en el estado Zulia. Saldivia llega a Maracaibo y se esconde en la casa de Helímedes Villalobos. Enfermo de un furúnculo en la nariz, por no recibir inmediata atención médica, se le complica la afección. Luego de permanecer muy grave, es por fin llevado al hospital de Urquinaoma de esa ciudad donde muere de septicemia el 21 de noviembre de 1.938.

Saldivia Gil, al igual que muchos intelectuales de su generación, es un símbolo de la lucha por la democracia y los derechos civiles del pueblo venezolano confiscado durante décadas por las oprobiosas dictaduras militares

jueves, 11 de agosto de 2011

La primera exportación de ganado venezolano DE EL TOCUYO AL NUEVO REINO




--> La riqueza ganadera de El Nuevo Mundo que describieron los cronistas de la Colonia, por la prodigiosa multiplicación de los escasos bovinos ibéricos que pudieron traer los primeros viajeros de Indias, dio lugar a la primitiva actividad comercial de la exportación de cueros y su exclusividad por siglos. La venta de cecina y algún ganado en pie a las islas del Caribe, tuvo poca consideración para la época, en contraste con el intenso comercio de rebaños llaneros con destino a la vecina Colombia, por la ruta de las montañas de San Camilo literariamente descrita por Calzadilla Valdez.
Menos conocido, pero de muy oportuno recuerdo en esta época de pretendida “soberanía alimentaria” en el reino de las importaciones crecientes y el desmedro de la producción nacional, es el relato detallado de la primera exportación de ganado en pie nacido y criado en nuestros predios y vendido en el Nuevo Reino de Granada hace 460 años.
La Fundación del Banco Venezolano de Crédito, como parte de la colección editada con motivo del V Centenario del Encuentro entre dos Mundos en 1995, sacó del olvido las memorias de un comerciante florentino: Galeotto Cey quien como tantos otros vino a proveer suministros a los buscadores de oro pero además, recogió en un libro rescatado de la Biblioteca del Museo Británico: “Viajes y descripción de las Indias (1539-1553)” una acuciosa descripción cotidiana de sus experiencias personales desde su llegada a La Española y más tarde, al Golfo de La Vela y Tierra Firme.
Según el texto en referencia, en 1541 había venido al Cabo de La Vela a la pesquería de perlas desde La Española donde había estado por dos años pendiente de la guerra con los franceses. Más tarde, en Diciembre de 1544, embarcó de nuevo en La Española en una navecilla alquilada con la forzosa compañía de Juan de Carvajal a quien se había designado Gobernador, ante la ausencia de Felipe de Hutten y un hijo de Bartolomé Weltzer de quienes por entonces no se tenía noticias. Llegaron a Coro en zona seca y misérrima, de donde partieron en Abril de 1545, 80 hombres, 12 mujeres, más de 1.000 indios e indias de servicio, 60 yeguas, 150 caballos, 80 vacas, 200 ovejas, 50 cabras y unos pocos asnos y cerdos.
Salieron hacia poniente 40 leguas por la costa y en quince días llegaron al río Amatícora. Luego siguieron hacia el Sur para atravesar montañas de los Jiraharas, donde encontraron buena agua y abundantes pastos. Al otro lado de la montaña, ya en el mes de Mayo, comenzaron las lluvias en tierras bajas, húmedas y calientes a siete u ocho leguas del lago de Maracaibo, junto al cual encontraron charcos y pozos de asfalto que los indios llamaban ¨mene¨ que de día hervía con el calor del sol y por la noche se cuajaban. Allí pasaron cuatro meses hasta Agosto cuando reanudaron la marcha a favor del ruido de los ganados que espantaba a los indios. En quince días más llegaron a las llamadas Sabanas de Carora donde abundaba una muy buena hierba que llamaban “sanare”. Después de caminar quince días llegaron a la Sabana de Quibor y al valle de Barquisimeto, que dejaron atrás por el valle del río Tocuyo, hasta llegar la Vigilia de Todos los Santos de 1545, a fundar el poblado primigenio del Occidente de la Provincia.
Al regreso de los ausentes, Felipe de Hutten y Bartolomé Weltzer, se produjeron las disputas con el gobernador accidental, que terminaron con sus asesinatos. A raíz de estos sucesos quedó como Gobernador de la Provincia el Juez de Residencia Juan Pérez de Tolosa, de muy efímera actividad, que permitió a Galeotto Cey reunir 22 hombres, 200 indios e indias de servicio, 80 yeguas y caballos, 60 vacas y 1.500 ovejas; así como también obtener finalmente el permiso para salir hacia las tierras altas del Nuevo Reino de Granada, donde la riqueza de las minas de oro prometía pagar por el ganado los más altos precios. Así partió en el mes de Noviembre de 1550, después de 25 leguas de caminos a las tierras llanas, costeando siempre la serranía hasta llegar al río Guanaguanare, luego al Boconó y más tarde al Guasábara y al Tapia.
Grandes llanuras, pasto abundante, bajíos, plaga, paludismo y abundante pesca y voraces caribes, hasta llegar a principios de Febrero al río Guaca, luego al Sarare y a finales de mes al Arauca. Más adelante al Casanare y el 28 de Marzo de 1551 comenzó el ascenso y llegó la abundancia de granos hasta alcanzar las fuentes del Casanare, para después de mucho subir, alcanzar el primitivo poblado de La Salina en tierras de la actual Boyacá. Después de 30 leguas de constante subida llegó a comienzos de Mayo de 1551 al poblado de Chitá donde murieron muchos indios a causa del frío y finalmente se vendió el ganado a un precio muy inferior al que había tenido tres años antes.
Valga esta digresión histórica como un modesto homenaje a quienes con su trabajo hicieron posible la autosuficiencia de la producción nacional de carne en los primeros años de este siglo veintiuno. Me complace de manera especial remitir estas notas al Dr. Manuel Cipriano Heredia, ganadero de origen y profesional de alta formación técnica, quien preside la Federación Nacional de Ganaderos en tiempos difíciles cuando reina el Imperio de las importaciones.

Ref. Alberto Ramírez Avendaño. De El Tocuyo al Nuevo Reino. Maracay, Venezuela. Marzo 2010.

martes, 9 de agosto de 2011

EL CRONISTA DE EL TOCUYO CARLOS BUJANDA


Carlos Bujanda Yépez, a quien conocemos por su libro Crónicas de la Ciudad Madre (1968), nació en El Tocuyo el 25 de julio de 1911, en el contexto del auge agrícola, sustentado en la cañicultura y el café, riqueza que se irradió al resto de actividades, como las artísticas y culturales. Carlos Bujanda Yépez fue hijo del poeta y médico Ezequiel Bujanda y de Juana Yépez Borges; estudió la primaria y luego el bachillerato en el Colegio Federal, graduándose en 1928. Estudia derecho en la Universidad de Los Andes, y luego en la Universidad Central de Venezuela en Caracas, graduándose en 1936.

Luego se especializó en derecho social. Entre sus cargos públicos están: consultor jurídico del estado Lara, diputado al Congreso Nacional, profesor del liceo Lisandro Alvarado, presidente de la Corte Suprema de Justicia del estado Lara, diputado por el distrito Morán, inspector de trabajo, juez de primera instancia, procurador general del estado Lara, asesor jurídico de las Fuerza Armadas, presidente del Colegio de Abogados del estado Lara, fiscal del Ministerio Público.

Fue individuo de número del Instituto Venezolano de Derecho Social desde 1956 y del Centro de Historia del estado Lara desde 1968. Mantuvo una columna en los diarios El Impulso y en El Tocuyo, donde dedicó espacio a la historia de la Ciudad Madre. Como buena parte de su familia, fue un excelente músico, desempeñándose en el piano, el violín y el contrabajo. Estuvo casado con Irma Anzola Espinoza y tuvo 6 hijos: Irma, Carlos, Carmen, Josefina, Lucía y Luis Enrique. Muere el 18 de enero de 1972.

En su obra Crónicas de la Ciudad Madre, Bujanda recoge historias cotidianas, tomadas de las tradiciones populares, desde los aborígenes, los pasos de Carvajal y los españoles, las haciendas y la economía tocuyana, los alzamientos políticos, los entretenimientos, los fantasmas, los locos, los chismes, la música y la bohemia tocuyana, son abordados en forma sencilla, sin pretensiones eruditas, que fueron publicadas en el semanario El Tocuyo, dirigido por José González.

domingo, 7 de agosto de 2011

PAN DE TUNJA TOCUYANO SU ORIGEN ESTUDIO E INVESTIGACION REALISADO EN COLOMBIA POR NUESTRA AMIGA CECILIA RESTREPO, MUY INTERESANTE COMO REFERENCIA












HISTORIA DEL PAN EN COLOMBIA DESDE EL SIGLO XVI HASTA XIX



La industria panadera llega a Colombia con la misma conquista en los albores del siglo XVI, en el momento en que se da esa mezcla de comestibles indígenas y españoles donde se reemplazan unos por otros o se complementan, es decir el mestizaje culinario.
Para esa época los indígenas consumían el maíz en sus diversas formas como arepa, bollo, sopas, tamales y pan, luego de la llegada de los españoles se introduce otro cereal desconocido en estas tierras, el consumido en el continente europeo, es decir, el Trigo, desde ese mismo momento se traen semillas y espigas y se siembran en diferentes regiones del país dando excelentes resultados.
La nobleza española añorando consumir el pan blanco de su tierra manda traer las semillas de trigo y ordena que se siembren en las diferentes regiones del territorio americano, de esta forma las zonas de clima frío cambian su labor agrícola por este producto, es así como se inicia la producción de la harina y el consiguiente pan y hostias para el rito litúrgico.
“En 1567 Benito López hizo un pedimento sobre el aprovechamiento de un molino de Ubaté para proveer de trigo a los mineros de Muzo
[1] y se registra el cultivo de trigo por parte de los indígenas para elaborar la harina y, por lo tanto, el pan. Según el Papel Periódico Ilustrado, en sus “notas curiosas” dice que “Pedro Briceño hizo el primer molino de harina… y la primera que amasó pan fue Elvira Gutiérrez mujer de Juan Montalvo” en el Nuevo Reino.”[2]
En la Colonia los cultivos de trigo se situaron especialmente en Boyacá y Cundinamarca donde se formaron monopolios comerciales cuyo producto se destinaba casi exclusivamente a la capital del Reino, ya que el trigo en grano, su derivado la harina y el pan, formaban parte de la alimentación cotidiana de los santafereños hasta el punto de ser sometido este producto a los más estrictos controles por la tendencia de los comerciantes a acapararlo, desviarlo, rendirlo o venderlo más caro.
En 1618 el oidor y alcalde de la corte en la Real Audiencia de este reino “A quien están cometidas las diligencias de la conducción del trigo y la harina para el abasto desta ciudad”
[3] hace una denuncia de que se vende (la producción) por el camino de Suesca y la mandan a Honda, ciudad a orillas del río Magdalena.



Con el ánimo de solucionar esta y otras situaciones relacionadas con la distribución de este producto, el Cabildo optó por redactar varios decretos donde especificaba sus medidas, peso y precio teniendo en cuenta a los menos favorecidos. Estos precios de la harina y el pan se pregonaban en Tunja y en Santafe.
En 1620 se anunciaba:”que las panaderas y tratantes que venden el dicho pan amasado y cocido sean obligados solamente a dar cuatro libras y media de dicho pan cocido por un tomín de plata corriente…y que el dicho pan bien acondicionado y sin defraudar su peso…los dichos tratantes han de vender el dicho pan en sus tiendas públicamente y teniéndolo de manifiesto y las dichas panaderas en las dichas plazas públicas sin excepción de personas para que todos consigan el fruto del dicho gasto”.[4]
Para prevenir los posibles fraudes por parte del molinero, la distribución y venta del pan se organizaban por remates; las medidas se exigían que fueran hechas de madera; los pesos y piezas para recoger la harina no debían estar horadados y se prohibía tener cerdos en el molino, todo esto con el objetivo de saber cuantas libras de harina salían de una fanega de trigo sembrado y según esto, cuanto pan cocido se elaboraba.
En 1614 existían sembrados en Ubaté, Simijaca, Tunja, Tausa y Guatavita, poblaciones éstas cercanas a la capital de donde se llevaba la harina a Santafé gracias a los pregones que ordenaban su traslado a la “Casa del Pósito” sitio destinado para su guardia y custodia, la cual quedaba consignada en el libro: “quedan hechas buenas en el libro del Pósito desta ciudad a Andrés González, siete cargas de harina y veinte y una fanegas y cuatro almudes de trigo de tierras de Ubate que se trajeron por órden del comisario de aquel partido en 10 de marzo de 614 años...” se daban los mandatos: “y del trigo en rama lo hagan trillar y estando limpio se le mande a Don Juan de Villabona…”especificando las medidas “cinco caminos de harina a razón cada camino de 400 arrobas de harina”
[5]
El pan se convirtió en acompañante de comidas y de consumo diario para los santafereños quienes lo incluían en sus compras cotidianas, además la harina era indispensable para los misioneros ya que la usaban para elaborar las hostias símbolo religioso en las ceremonias litúrgicas.
Los nativos eran obligados a sembrar este producto ya que era necesario para la dieta de los nobles españoles y se preciaba de ser caro, sin embargo pronto escaseó y no fue suficiente para la demanda de la capital, llegó a tal punto la demanda de este grano que se dificultó su abasto, entre otras por la pérdida de las cosechas y las condiciones climáticas, dijeron que por cuanto considerando la necesidad que al presente padece esta ciudad y reino, de pan para su sustento y abasto, por la esterilidad del tiempo,”
[6] lo que trajo como consecuencia la especulación en los precios y el acaparamiento con las lógicas penas por parte de las autoridades.
A propósito, un documento de 1620 titulado “Acuerdo de la Real Audiencia de Santafe sobre fijación de precio del pan y la harina”, nos ilustra la situación: “…en la venta de la harina que se trae en esta ciudad y se vende en ella, ha habido y hay algunos excesos en su precio y valor vendiéndose la arroba de la dicha harina por más precio del que es justo.




Particularmente han ocasionado esto algunas personas que por vía de regatonería tratan de vender la dicha harina en pan cocido defraudando el peso de dicho pan y la calida
d y bondad que debe tener conforme a las ordenanzas y autos de buen gobierno y para que cesen los dichos inconvenientes y también se atienda en lo posible el aprovechamiento justo y moderado que deben tener las panaderas y tratantes que conforme a su obligación suelen vender y venden pan cocido en sus tiendas y en las plazas públicas de esta ciudad” .
[7] De igual forma la Real Audiencia, en este mismo año, mandó que se recogieran todas las cosechas de trigo cocido o en rama que hubiere en la ciudad de Tunja, Villa de Leyva, Mariquita y Tocaima, “para que averigüen la cantidad de harina de trigo cocido y en rama que en las dichas ciudades y Villa de Leyva y en las estancias de españoles y otras…” y así cumplir con el abasto de la ciudad de Santafe.[8]
Algunas medidas represivas contra las personas que escondieran el trigo fueron: “orden de ir a las estancias y haciendas de Ubate a hacer cala y cata del trigo, y harina de molinos que hay y pagarlo conforme a la tasación que se hizo de la Real Audiencia y lo envíen a Santafe…al que guarde o niegue el trigo se le embarga, se le cobra multa de 50 pesos”.
[9]
La norma era tanto para los indígenas como para los españoles, para todos se proclamaban los pregones y de no cumplir se le aplicaba el castigo.
“…se entienda así mismo para sacar trigo de los caciques e indios principales que tuvieren cantidades bastantes guardándose con ellos la misma forma que con los españoles y dejándoles lo necesario para su sustento y de sus familias y para las sementeras que éste presente año hubieren de hacer. Firma el oidor Julio de Villabona”.
[10] Se medía por ‘caballos’ y se pagaba medio peso por cada cabalgadura de trigo que llegara a Santafé.
Las Reglamentaciones iban dirigidas también para las amasanderas y los tratantes o panaderos, quienes vendían el pan, las panaderas atendían su negocio en las plazas públicas y los tratantes en tiendas de su propiedad: “…y también se atienda en lo posible el aprovechamiento justo y moderado que deben tener las panaderas y tratantes que conforme a su obligación suelen vender y venden pan cocido en sus tiendas y en las plazas públicas de esta ciudad…en cuanto al precio y valor del trigo que se vende en grano reservaron los dichos señores (diputados del Cabildo) el proveer lo que convenga y este auto se pregone públicamente para que venga a noticia de todos y así lo proveyeron y mandaron…”
[11]
Las multas se usaron como represión para quien no cumpliera con el mandato, respecto a los precios, existe este documento fechado en 1620, que decía: “se venda cada fanega de trigo en esta dicha ciudad de Santafe y en sus términos y jurisdicción a peso y seis tomines de plata corriente de la deste reyno y ninguna persona venda el dicho trigo a más precio de lo contenido en esta taza so pena del perdimiento del dicho trigo y de otros 20 pesos de plata corriente”
[12]
El oficio público despachado por el Cabildo, documento del capitán de Caballos Corazas, Regidor Perpetuo de Santafé, Diputado y Fiel Ejecutor Don Hermenegildo de Rojas y Bolívar y el Fiel Ejecutor de los mantenimientos de ella, por el ilustre Cabildo, en una visita a las tiendas de los tratantes para verificar que venden el pan y tortas ordenaba: “pan de a dos por un cuartillo que no pese cada uno 4 onzas de forma que por un real se den dos libras de dicho pan que sea blanco y cada torta de la misma calidad y de buena harina ha de tener 12 onzas por medio real, lo cual se entiende después de cocidas y frías y ninguno de dichos tratantes no excedan de lo referido…”
[13]
“En dicha visita se reconocieron 15 tiendas de pan y tortas, algunas de ellas localizadas en la Plaza Mayor y en el barrio de las Nieves de la ciudad de Santafé. Se encontraron varios panes que no cumplían con las especificaciones nombradas, por lo cual se embargaron y se penalizó al tratante o panadero.”
[14]
En 1699 se redactó un decreto o auto contra los tratantes de Santafé sobre la falta en el peso de tortas y pan, a pesar de que la harina había bajado de precio, expresándose de esta manera: ”se está experimentando la falta de peso que debe tener el pan y tortas en grave prejuicio de toda la república y en particular de los pobres que no se abastecen con el pan y tortas tan pequeñas…”por consiguiente “manda que todas las amasanderas hagan las tortas cada una de 12 onzas cocidas y el pan de 2 lb. por un real, que sea blanco, de forma que no excedan de lo referido”,y advierte “ pena de que todo el que cogiese será perdido y se pasará a dar a la providencia que convenga y ninguno de los tratantes ni otra persona alguna compre pan o tortas sin el peso requerido so pena de 10 pesos y veinte días de cárcel.”
[15]
Todavía a principios del siglo XVIII persistían los problemas de distribución y abastecimiento de la harina para los tratantes y panaderas, continuaban los problemas de personas que guardaban o escondían el grano para enviarlo fuera del distrito donde lo compraban a mejor precio y posiblemente las distancias recorridas eran más cortas, igualmente se insistía en los pregones y en los castigos a quienes no cumplían con las órdenes.
“Se manda pregonar en Tunja y Villa de Leyva que no pueden sacar la harina fuera de la ciudad de Santafé sin licencia previa, so pena de multa por parte del presidente y gobernador deste reyno”
[16]
El oficio de panadero y amasandera se aprendía de los padres y estaban catalogados como artesanos, en 1778, según el censo, se detectó que en el barrio de las Nieves se congregaban la mayoría de los artesanos de la ciudad.
Noticias de finales del siglo XVIII y principios del XIX contaban que en 1782 se inventa el molino para trigo automático, esta maquina sólo necesitaba un operador que la ponía en marcha, sin embargo tuvo muchos problemas de aceptación por parte de la sociedad.



La sabana era muy propicia para el cultivo de este cereal, cuando los viajeros entraban a la ciudad de Santafé, después de un tortuoso camino en mula por los despeñaderos y montañas, se sorprendían al ver una gran planicie sembrada de trigo, así lo expresó Humbolt “los ojos están acostumbrados a los espesos bosques, precipicios y montes rocosos y de repente ven ilimitados campos de trigo en la planicie sin árboles”
[17] Existía una especie de trigo que se daba en climas templados y cálidos, se trataba de la especie conocida como candeal o trimesino y se cultivaba en la provincia de Pamplona.


También se le conoció al pan como “remedio” para algunos males, en 1802 cuando apareció la epidemia de la viruela en el Nuevo Reino, las curanderas no sabían cómo curar esta enfermedad por lo que se acudió al médico gaditano José Celestino Mutis para que diera un tratamiento y curarla. El fundador de la Expedición Botánica publicó un libro llamado “Método general para curar viruelas”, y en algunos de sus consejos nombra el pan “se les puede proporcionar, entre otros alimentos…algunas rebanadas de pan” y “el agua ordinaria será la natural con un pedazo de pan tostado”.[18] No obstante, la preparación de los alimentos y las condiciones de higiene no eran las mejores, las cocinas eran sitios oscuros, mal ventilados y de piso de tierra por lo cual anidaba mucho mugre, en estas condiciones se descubre un polvillo que comido con el pan produce graves enfermedades con vómitos, diarreas y disenterías.
Este botánico era profesor del Colegio Mayor del Rosario, en este plantel se consumía pan todas las mañanas para el desayuno desde su fundación en 1653. En las cuentas presentadas por el Señor Rector Don Santiago Gregorio de Burgos, en 1799 figuraba un recibo que decía: “recibo 50 pesos 2 reales por cuenta del pan, firma María Gertrudis Rico”
[19] la compra se hacía cada mes, posiblemente esta señora era la amasandera, aunque no lo especificaba.
La comercialización de la harina entró en sus etapas iniciales y se empezó a negociar con Trinidad y Jamaica, por otro lado, el rey concedió a don Hipólito Bernal permiso para importar 123 barriles de harina entrando por Cartagena y Panamá. El mejor trigo se producía en tierra fría por lo cual las regiones productoras debían enviar a la costa sus provisiones de harina, sin embargo la demanda era mayor que la oferta por lo que Cartagena se vio en la obligación de importar de EEUU en 1807, 44.411 cargas de harina. Por otro lado esta harina extranjera era más barata.
[20] Los malos tiempos y la sequía de la tierra impedían la buena producción de trigo por lo cual se vieron obligados a importar, a espaldas de España, harina y otros comestibles para alimentar al pueblo. Así llegó a “Cartagena de Indias la goleta “Hetty” cargada de harina, arroz y jamones.” [21]
El autor Álvaro Miranda se tomó el trabajo en su libro “Colombia la senda dorada del trigo”, de resaltar los hechos más relevantes que se dieron alrededor del trigo y sus derivados en el siglo XIX, se retoma, para este artículo, lo correspondiente a la época de la República, después del primer grito de la Independencia:
1810.
Como se ha visto existía una “rivalidad” entre Cartagena y la ciudad de Santafé, en relación a la posesión de la harina, Cartagena continuó importando contradiciendo las ordenes de la metrópoli, mientras que en la capital había grandes haciendas productoras de trigo, esta situación se vivió en los años anteriores a la reconquista española.
Un gran levantamiento de los compradores de pan se dio cuando el panadero francés Lambert compró y utilizó la maquina para amasar, la gente sólo quería pan amasado por las manos humanas.
1813
El capitán Antonio Nicolás Briceño reclutó hombres criollos y extranjeros con el fin de libertar a la patria del yugo español, y los soldados tendrán derecho a una ración de “una libra de carne, una de pan y cuatro de ron o guarapo cuando lo haya”
[22]
1814
El viajero francés Jean Baptiste Boussingault contratado por Simón Bolivar para trabajar en Colombia hizo una gran labor agrícola al tecnificar la siembra de maíz, yuca y leguminosas en el Cauca y por el aporte de Antioquia de harina de trigo, cacao y café.
1816
Reconquista española, se inició una etapa dura para el país hasta 1819 cuando se da la batalla de Boyacá y la definitiva separación de España. Durante la batalla de la independencia los soldados españoles exigieron a los “pueblos a que contribuyan con el mantenimiento de la tropa real con harinas y ganado”
[23]
1822
El historiador José Manuel Restrepo, alertó en su libro “Diario Político y militar” sobre el peligro de la cosecha del trigo debido al polvillo u orín que destruía las sementeras de trigo.
1823
El viajero Theodore Mollien describió el mercado ubicado en la plaza de palacio, enumera las frutas y verduras procedentes de diferentes regiones y entre estos “sacos de maíz, de cebada y de trigo”.
[24]
El 3 de julio el senado y la cámara de la República de Colombia aceptaron la libre importación a la nación de harinas, carnes saladas y todos los productos comestibles que entren del extranjero.
1824
El país se encontraba en extrema pobreza por la guerra, por lo cual era difícil conseguir harina. En las fiestas de los “ricos” se servía “encurtidos, confituras y ponqués” además de limonadas, agua de cebada, ponche de frutas y vino blanco.
[25]
1825
Desde la época de la conquista se sembró el trigo con gran facilidad y rendimiento, sin embargo entre febrero y marzo hubo una sequía que acabó con la producción del grano. Los campesinos rogaban para que volvieran las lluvias.
1827
El historiador José Manuel Restrepo en su Diario Político y militar desarrolló un gran trabajo sobre el problema del trigo, la harina, el pan y los panaderos, adelantándose a su época y pionero de la historia de la vida cotidiana, logró llevar su libro a Paris y dar a conocer así la situación de su país en Europa.
1828
El Molino de Hortúa, movido por agua se convirtió en el molino que produce la harina para el pan de Santafé de Bogotá.
1832
A pesar de que los cultivos de trigo trajo muchas riquezas a la provincia, parece que el polvillo sigue haciendo estragos y dando enfermedades a los bogotanos, por otro lado se dice que el avance de la agricultura no se vió en tres decadas, ya que sus técnicas eran practicamente las mismas ya caducas.
1838
Llegó la primera trilladora a Colombia, aunque para ese momento no se tenía la suficiente preparación para usarla.
[26]
1843
En Europa se dio un gran avance en cuanto al proceso del trigo en harina. Antes el panadero iba al campo a comprar el trigo, se lo entregaba al molinero y este se lo devolvía en harina la cual tamizaba el panadero. Ahora es el molinero el que consigue el trigo y se encarga de cernirlo y saca la harina para amasar y hacer el pan.
1847
En Bogotá se celebró la fiesta religiosa del Corpus donde se hacía la procesión, caminando un largo rato por las calles y luego se ofrecían las famosas colaciones hechas casi todas de productos de harina de trigo, la gente: “devoraba bizcochos, dulces y guarruz (bebida fermentada de arroz), que eran las viandas de ordenanza para esas funciones, amén de las frutas acarameladas, maní, alfajor, merenguitos, avisperos y otras golosinas de gusto no muy refinado”
[27]
1849
Para esta época viajaban mucho los colombianos al extranjero y traían sus experiencias e influencias para implantarlas en su tierra es así como llegó por primera vez el Sandwich a Bogotá consistente en “pan de trigo y queso de flandes”
[28]
1851
Nuevamente el historiador José Manuel Restrepo narró en su Diario el fusilamiento de un bandido que se reunía con su banda en el Molino del Cubo localizado en la avenida Jimenez con cuarta en Bogotá.
1854
Montaron Molino de hierro con piedras del Sena en Bogotá bajo el auspicio de Joaquín Sarmiento con lo cual aumentó la producción de harina. La ciudad de Bogotá se encontraba en estado lamentable tras el gobierno de Melo, hay despoblamiento y destrucción por el campo y esto afectó también a los panaderos pues habían recogido comestibles para la guerra como azúcar y harina tanto que escaseó el pan en la ciudad. A su vez el pan subió de precio.
1858
“Los primeros maestros de panadería y repostería que llegaron a Colombia, vinieron de Europa”
[29] Se empezaron a inaugurar en Bogotá panaderías entre éstas un local donde se vendían confites, postres y pasteles, también tenía una habitación “decente” para que las señoras entraran a probar los pasteles.
1859
El presidente de la Confederación Granadina (Colombia) Mariano Ospina no aceptó el incremento del impuesto sobre el trigo.
1860
Se dio a conocer al público el primer libro sobre cocina titulado “Lenguaje Gastronómico con un oráculo respondón, poético i romántico” escrito por una sociedad de gastrónomos hambrientos y dedicados a los cachacos granadinos de ambos sexos.
1864
Se puso en funcionamiento una trilladora en las cercanías de Soacha “la maquina hace 14 cargas por día, tirando de dos caballos”
[30].
1866
A propósito de la llegada del trigo a estas tierras, años después, un poeta Zipaquireño le hace una estrofa enfrentándolo con el cuchuco y la arepa de maíz y dice así:
“Cantó Virgilio en forma soberana
la harina que a sus náufragos nutría;
del macarrón el ítalo se ufana;
gózase España en que garbanzos cría;
pues por qué yo, con vena colombiana;
no he de cantar, gemela del bambuco,
la gloria de la arepa y del cuchuco.”
[31]
1867
Existieron en Bogotá 3 o 4 molinos y 9 panaderías.
1868
Entró a Bogotá el primer molino de vapor, se trata de una máquina de 37 toneladas que fue transportada desde el río Magdalena, luego por tierra a lomo de indio y burro, una pesada labor que culminó con el fracaso ya que tuvieron que cerrar el molino por falta de dinero.
1870
Se destapó el motín del pan a manos de los artesanos que protestaban por el aumento del precio de la harina y sus derivados, en expresión de sus peticiones agredieron contra el molino de Joaquín Sarmiento fundador del Banco de Bogotá.
1874
Es reeditado el libro de cocina titulado Manual de cocina y repostería conforme a los usos y a las costumbres de Colombia.
1875
Los artesanos culparon a los panaderos y molineros de “tener hambreado el pueblo de la ciudad de Bogotá”
[32], los cuales les destruyeron y apedrearon sus tiendas y habitaciones.
1876
En una de las muchas guerras civiles que se dieron durante el siglo XIX hubo un enfrentamiento entre liberales y conservadores y cuentan que en los ratos de descanso se repartían bizcochos finos y del país.
1878
El señor Salvador Camacho dice:
“El trigo no ha dado un solo paso delante de la independencia para acá. Las harinas norteamericanas llegan hasta Villeta, al pie de la altiplanicie, y las de la sabana a duras penas bajan a la orilla del alto Magdalena.”
[33] por tanto era más práctico traer los alimentos del exterior a propósito del libre comercio. Además el rendimiento de los cultivos era muy inferior al de otros países.
1880
Se abrió una pastelería francesa en Bogotá de un señor francés llamado M. Violet, este fabricaba además pastas italianas, macarrones, fideos y tallarines. La Panadería Violet estaba situada en la calle 10 por el Camellón de la Concepción, cerca de la Academia de Historia.
1881
La situación económica no favoreció al trigo, según el analista Salvador Camacho Roldán, el precio del trigo era muy barato comparado con el de otros países, mientras aquí se produce “el trigo a razón de tres cargas por hectáreas…en Chile la producción no baja de seis o siete por hectárea…”
[34]
1882
Un famoso costumbrista Ricardo Silva escribió que en las chicherías de la ciudad además de vender la chicha se conseguían rosquetas y bizcochos.
1889
“el 13 de junio con una maquinaria moderna y de primer orden, se fundó en Bogotá la Fábrica de Galletas del señor A. de J. Martinez”
[35]
1893
Debido a los problemas económicos con que atravesaba la capital y por el alza de los productos básicos de la alimentación: el pan y la carne, se reunieron personas en campaña bajo las órdenes del expresidente Rafael Nuñez y montaron una colecta pública e hicieron una panadería más barata.
1899
Se inauguró una pastelería que va a ser famosa durante la guerra de los mil dias, se trata de la señora Paulina Briceño casada con el pastelero español Enrique Gracia, el señor muere y su esposa continúa con el negocio, prosperando hasta tener varias sucursales, en esta se preparaban hojaldres, repollas, milhojas entre otros.
[36]
Para el siglo XX se dan varios avances relacionados con la producción panadera, en primer lugar se definió su nominación aclarando que se trata de un producto elaborado con harina de trigo, levadura, agua potable y sal común, en caso de que llevara otro ingrediente, cambiaba su nombre, de igual forma se incrementó la importación del trigo de países extranjeros con altos impuestos para su ingreso, se aumento el número de molinos en las ciudades y por consiguiente la de las panaderías, especialmente en Bogotá y Barranquilla.
Bibliografía
COBOS, Garcia Elver. Cocina práctica de: panadería y repostería, platos típicos del Tolima, platos colombianos y comida vegetariana. Ecoe ediciones. 2004 Bogotá
CÓMO HACER PAN . Manuales integral. RBA libros S.A. 2002. Barcelona
MÉNDEZ de Fierro, Francia. Manual de Panadería y repostería. Ecoe ediciones. 2005. Bogotá.
MIRANDA, Álvaro. Colombia la senda dorada del trigo. Episodios de molineros, pan y panaderos. Thomas de Quincey Editores ltda. 2000 Bogotá.
RESTREPO, Cecilia. La alimentación en la vida cotidiana del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. 1653- 1773. Centro Editorial Universidad del Rosario. 2005. Bogotá.
www.ceopan.es
CECILIA RESTREPO M.

[1] AGN.,Sección Colonia, Fondo Caciques e indios, Tomo 32, Fol 275, 284
[2] Papel Periódico Ilustrado, 1883-1884
[3] AGN Fondo Cabildos, Sección Colonia, Rollo 2 Fol 701
[4] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 6, Fol 403v
[5] AGN, Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 1, Fols 1525, 528v, 537
[6] AGN.,Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 4 Fol. 403
[7] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 4 Fol 403
[8] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 4 Fol: 407
[9] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 1 Fol: 463, 501
[10] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 1 Fol: 463v
[11] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 4, Fol 403v
[12] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 4 Fol: 412
[13] AGN., Sección Colonia, Fondo Abastos, Tomo 10 Fol 976
[14] Restrepo, Cecilia, 2005. p:55
[15] AGN Fondo Abastos, Sección Colonia, Tomo 10, Fol 974
[16] AGN Fondo Abastos, Sección Colonia, Tomo6, Fol 5
[17] Miranda, 2000, p 19
[18] Ibid. p:20
[19] AHUR, caja 9 fol 19
[20] Ibid, p: 23 y 25
[21] Ibid, p:27
[22] Miranda, 2000. p:21
[23] Ibid. p:35
[24] Ibid. p: 41
[25] Miranda, 2000.p:42
[26] Ibid. p 56
[27] Ibid, p:65
[28] Miranda, 2000.p 67
[29] Méndez. 2005. p 5
[30] Miranda,… p:83
[31] Ibid. p: 85
[32] Miranda, 2000.p:95
[33] Ibid. p:98
[34] Ibid, p:101
[35] Miranda, 2000. p:109
[36] Ibid. p:121

FRANCISCO PEREZ CAMACHO… TOCUYANO (1659-1724) Primer músico venezolano en la colonia















PRIMEROS REGISTROS SOBRE LA ACTIVIDAD
MUSICAL ENVENEZUELA


La Música en la América Colonial del Siglo XVI (Región de Cubagua y Coro)

      El primer dato histórico que se ha encontrado sobre la actividad musical en la Venezuela hispánica coincide con la llegada de la vihuela a estas tierras, hecho acontecido en 1529. Ese año llegaron a Nueva Cádiz de Cubagua, la primera ciudad del país, 15 vihuelas con el precio de 1 peso y 3 reales cada una (Mujica, s.f.). Estos instrumentos fueron traídos desde la ciudad de Sevilla, España, al nuevo continente por los comerciantes italianos Sciion Pechi, Juan Antonio Piccolomino y Luis Lampignan. En los años y décadas siguientes sin lugar a dudas arribaron a nuestras costas más instrumentos musicales. La vihuela, así como otros instrumentos de cuerdas, se fue arraigando poco a poco, y en la medida en que se forjaba la identidad social, étnica y cultural del pueblo venezolano; el instrumento se transformaba adaptándose a los nuevos géneros y estilos musicales (ob. cit.) primer envío de vihuelas evidenciaba una intensa actividad tanto en la composición como en la ejecución musical (Barreto, 2007) La historia de la música, casi sin excepción, nos deja ver que ésta comienza, en todos los pueblos, en el templo, llenando una función religiosa o mágica. Pasa después, con el correr del tiempo, a los palacios o salones de los nobles, y por último, ya en plena madurez, pasa al teatro o a la sala de conciertos. Estos tres pasos, sujetos a los cambios que impongan los medios y las circunstancias, están presentes en la historia de todas las culturas (Calcaño, 1980).


      Lo anteriormente expuesto, se puede señalar que lo mismo haya sucedido en Venezuela y que las primeras noticias musicales tengan estrecha relación con la actividad religiosa. El 26 de julio de 1527 se funda Santa Ana de Coro y el 21 de junio de 1531 se crea la Diócesis de Venezuela, primera en América del Sur, con sede en esta ciudad. Su primer chantre (cargo eclesiástico que designaba a la persona a cuyo cargo estaba antiguamente el gobierno del canto en el coro en las catedrales) fue Juan Rodríguez de Robledo (1504-1570). En Coro la compra del primer órgano se aprueba en 1635, cuando ya todo indicaba que la diócesis se trasladaría a Caracas, tal como ocurrió el 20 de junio de 1637 (Barreto, 2007). En el siglo XVI, como en el anterior, se efectuaba una gran revolución en la fabricación de órganos, pues desapareció por entonces el viejo órgano medioeval que en España se fabricaba desde el siglo V. En la Iglesia Mayor de Caracas había un órgano traído de España o de Santo Domingo, para el año de 1591 (Calcaño, 1980). Melchor Quinttela tocaba el órgano de la Iglesia Mayor de Caracas, y pidió al Cabildo que le fijara un salario como organista. Claro está que además del órgano había música en la ciudad; música de esa que florece silvestre y libre cada vez que se le antoja, puesto que el día del Corpus de 1595, hubo además de comedias, danzas públicas, “según costumbre”; música que era de otro tipo distinto a la religiosa, la cual comenzó con el órgano de Quinttela (ob.cit.).


Música en Venezuela durante el siglo XVII

       En 1657 se registra un dato relevante en cuanto a la creciente importancia que va ganando la música en la nueva sede: el padre Miguel Ximénes de Ávila (en algunos documentos le llaman Aguilar) es contratado como cantor por cien pesos anuales, seis sacerdotes son capellanes cantantes, Blas de León es el organista y se incluye a un bajonista como parte de los músicos de la catedral (Barreto, 2007). El bajón ha jugado un papel importante en la historia musical de la Iglesia en Caracas. En las descripciones de Calcaño (1980) se dice que este instrumento es un antepasado del moderno fagote, presentaba una forma muy similar y su embocadura también era de caña. Se le empleaba muy especialmente en dar la nota para que comenzaran a cantar los capellanes del coro y en apoyarles en el canto; de aquí su importancia fundamental, que justifica la aparición del instrumento en aquellos tiempos de la historia de la Catedral de Caracas. Retomando los acontecimientos, en el año 1658, por fallecimiento de Blas de León, fue nombrado organista José de león, a la vez que aumentaron el sueldo al Padre Miguel. Dos meses después se nombra a José Fernández Montesdeoca tenor y tiple. Todo esto indica claramente que se comprendía bien por entonces la importancia y la necesidad de la música en el templo (Calcaño, 1980). En las anotaciones de Calcaño (ob.cit) se menciona que para 1669 había en Caracas un “clave” grande (clavecín) propiedad del capitán Don Francisco Mijares de Solórzano, el cual lo tenía en su casa, lo que hace suponer el auge de la música profana; sin embargo el instrumento le es cedido en préstamo al padre Fray Felipe Salgado, del Convento de San Francisco. La presencia de este clave grande en una casa caraqueña implica muchas cosas más: personas que sepan tocarlo, piezas traídas de Europa, y un grupo de oyentes.



Todo eso existía ya en la Caracas de mediados del siglo XVII. En 1671 se crea el cargo de Maestro de Capilla. Es así como llega el sacerdote Gonzalo Cordero a enseñar la correcta interpretación del canto llano y de la polifonía vocal a los cantantes del capítulo, a los niños del coro y a otros oficiantes de la catedral, y se convierte en el primer Maestro de Capilla en suelo venezolano (Barreto, 2007). En todo tiempo nuestra Iglesia se preocupó de la manera más desinteresada y laudable, de la enseñanza de la música, y de repetidas veces, en la designación de los maestros de capilla posteriores, se consignaba esta obligación de enseñar música, la cual al correr del tiempo se hizo extensiva a los monacillos, ayudantes y a cualquier persona que quisiera aprender. De esta manera se daba acceso a la enseñanza musica a cualquier caraqueño interesado, tuviera o no relaciones con la capilla música de la Metropolitana (Calcaño, 1980).
Para 1682 era bajonista de la catedral un tal Diego Bastardo, reemplazado por Francisco Pérez Camacho, primer venezolano de ascendencia criolla que obtendrá gran fama a lo largo de una vida de dedicación y constancia en el campo de la música.

Nació en 1659 cerca del valle de El Tocuyo. Tan evidentes resultaron sus condiciones musicales que acabó irremediablemente formando parte de la Tribuna catedralicia. En 1682 obtiene el cargo de bajonista. Su vocación y dedicación lo llevan a estudiar filosofía y artes en el Seminario. El 21 de abril de 1687, Pérez Camacho se convierte en Maestro de Capilla. Lo que más se destaca de su nombramiento es una cláusula mediante la cual se le hace responsable de enseñar canto gregoriano, música figurada y órgano, a todo aquel que lo quisiera sin importar si pertenecía o no a la iglesia, si era blanco o indio, si tenia abolengo o no (Barreto, 2007). Calcaño (1980) considera que con Francisco Pérez Camacho se llega a una figura que descuella entre los músicos hasta ahora mencionados. En efecto, los nombres de organistas, cantantes, bajonistas o maestros de capilla que se han citado, aparecen fugazmente entre los viejos documentos, sin que se encuentren noticias posteriores de ellos. En cambio, Pérez Camacho es un personaje con algo de historia, que fue músico y docente musica toda su vida y ocupó cargos de significación. Al concluir el siglo XVII surge esta figura de Don Francisco Pérez Camacho, para coronar la obra realizada en esos cien años. Las últimas décadas de ese siglo dieron mucho qué hacer a los caraqueños, quienes tuvieron que hacer frente a graves problemas; esto, sin embargo, no llegó a paralizar las actividades musicales, pues la ciudad, con más consistencia que antes, tenía intereses y actuaciones más diversos. (ob. )

La Música en Venezuela durante el siglo XVIII (Principales Representantes y sus aportes)



Los sucesos narrados cronológicamente por Calcaño (1980), para 1711 vivía en Caracas el francés Don Claudio Febres, a quien se le encomendó la construcción de un órgano grande para la Catedral, más cónsono con las necesidades musicales y con el boato imperante para entonces. Rojas, citado por Calcaño (ob.cit.), menciona que se establece en Caracas, en 1712, una escuela particular de solfeo; sin embargo hay cierta duda sobre la veracidad de esa información. De poder comprobarse, implicaría un importante adelanto, ya que se podía afirmar que para la fecha había en Caracas una tercera escuela de música, ya que se contarían las del Seminario y la de los Maestros de Capilla. En 1725 se funda la Universidad, cuya clase de música estaba regentada por el venerable Don Francisco Pérez Camacho, mencionado anteriormente. En 1739 aparece en la historia musica de Caracas, como organista de la Catedral a la edad de 18 años Don Ambrosio Carreño, primero de los numerosos Carreños músicos de Caracas, dinastía de artistas que culminaría siglo y medio después con Teresa Carreño (Calcaño, 1980). Ambrosio Carreño nace en Caracas el 11 de diciembre de 1721. El 8 de septiembre de 1726 nace su hermano Adrián Alejandro Carreño, también músico de importancia en la historia musica caraqueña. Don Ambrosio fue músico toda su vida, tenía el carácter rebelde y excéntrico. Discípulo de de Jacobo de Miranda, superó pronto a su maestro, hasta el punto de haber podido enseñar más tarde composición musica a algunos alumnos (ob. cit.). Debido al fallecimiento del Licenciado Don Ignacio Camacho, Ambrosio Carreño es nombrado Sochantre en 1748. El sucesor de Carreño en el órgano será Pedro José de Osío, músico y constructor de instrumentos con sólida formación, oriundo de Santa Marta, donde nació el 19 de octubre de 1728. Osío era, además de organista y clavecinista, constructor y restaurador de órganos y claves. En 1750 es nombrado Ambrosio Carreño como Maestro de Capilla y como sochantre queda su hermano Alejandro. La gestión de Carreño como Maestro de Capilla duró casi 28 años y fue una de las más polémicas, dado su carácter impulsivo y conflictivo (Barreto, 2007).



El carácter díscolo de Carreño propició una fuga de ejecutantes. También sus frecuentes inasistencias y los enfrentamientos con sus superiores en muchas oportunidades hicieron pensar a la iglesia en la posibilidad de sustituirlo o al menos trasladarlo a otra parroquia. A principios de marzo de 1774 asume Juan Gabriel Liendo el cargo de Maestro de Capilla y nombran a Bartolomé Bello, padre de Don Andrés y a la vez discípulo de Ambrosio Carreño, para sustituirlo como cantante. Inmediatamente Liendo adquiere nuevos instrumentos para la Tribuna, crea un fondo para contratar músicos a destajo cuando la solemnidad de la fiesta así lo ameritara y solicita la compra de unas partituras que se le han ofrecido para ser ejecutadas en la catedral. Durante el período de Liendo empiezan a constar en acta los títulos y en algunos casos los autores de las composiciones adquiridas para la catedral. Así, sabemos que se recibieron unas Vísperas para la Virgen compuestas por José Antonio Caro. En abril de 1783 el Mayordomo de la catedral recibe dos Lamentaciones para el Viernes Santo y un Gradual y Ofertorio para el Jueves Santo, obras compuestas por Bartolomé Bello. Sobre Bartolomé Bello, Barreto (2007) refiere que nació en Caracas el 24 de agosto de 1758 y debe su formación musica a Ambrosio Carreño. En 1780 recibe el título de bachiller en Leyes conferido por la Universidad de Caracas y cinco años más tarde recibe el de abogado en Santo Domingo. En 1790 se traslada a la ciudad de Cumaná donde escribe la Misa del fiscal, obra que resultó muy popular y fue ejecutada con frecuencia, aún en la segunda mitad del siglo XIX. Falleció en Cumaná en julio de 1804.


BIOGRAFIA DE FRANCISCO PEREZ CAMACHO

      El 21 de abril de 1687 es nombrado Maestro de Capilla de dicha Catedral, el Pbro. Don Francisco Pérez Camacho, (1659-1724) músico nacido en El Tocuyo específicamente en el Valle de totumo; a él se confiará también en 1689, la enseñanza del Canto Llano y Música figurada en el Colegio Seminario de Sta. Rosa …a todos los que deseen aprenderlo, para lo cual se le asigna un sueldo de 200 pesos anuales y 25 adicionales. También en 1689, El XIV Obispo de Venezuela, Mons. Dr. Diego de Baños y Sotomayor, dicta las Constituciones del Colegio Seminario de Santa Rosa de Caracas; en ellas se señala que …a las diez de la mañana acudirá el maestro de música a dar lecciones de canto llano a los seminaristas y demás que quisieren… (Ob.cit. Cap.8°)


Maestro de capilla

De Wikipedia, la enciclopedia libre
El maestro de capilla (en alemán; Kapellmeister) era durante el Renacimiento y el Barroco un músico de experiencia y prestigio, siempre compositor, que formaba, gestionaba y dirigía al grupo de cantores e instrumentistas responsable de la música sacra en los oficios de las iglesias, o de la música profana en las fiestas cortesanas. Ese grupo musical, y el lugar donde ensayaba y recibía clase del maestro, se denominaban capilla, tanto si el grupo era religioso como si era cortesano, aunque lo primero fue mucho más frecuente, sobre todo en el Renacimiento. En algunas catedrales y palacios, la capilla de cantores podía diferenciarse de la de ministriles, que llegaba a tener su propio maestro.
Durante la
Edad Media y el Renacimiento, la organización gremial del trabajo artístico y su posición en la sociedad (que era la de artesano) determinaban la vida de los músicos: ingresaban de niños como cantorcicos (llamados seises en España, por ser ese un número frecuente de cantores infantiles), quedando desde entonces a disposición del maestro, con el que vivían. De él aprendían canto llano, contrapunto, a tañer un instrumento (frecuentemente órgano) y quizá composición. De adultos, su carrera era de cantores si no perdían la voz, de organistas o ministriles (músicos de viento) si habían adquirido dominio de instrumentos, y de maestros de capilla si eran los más dotados, capaces de ganar los concursos que convocaban las iglesias cuando había vacantes, o de tener suficiente prestigio como para ser reclamados por catedrales y capillas cortesanas.
Gracias a los reglamentos escritos de algunas catedrales, sabemos que las obligaciones del maestro de capilla eran entre otras las de custodia de la capilla física (lugar de los ensayos y las clases), de la que tenía la llave; impartir lecciones de las disciplinas ya citadas no sólo a los cantorcicos, sino también a otras personas ligadas a la iglesia que las quisieran aprender; reclutar a cantores y músicos para garantizar el funcionamiento permanente de la capilla musical; frecuentemente alojar en su casa a los niños cantores y ocuparse de su educación general y manutención; componer, en fin, las piezas destinadas a fiestas especiales, como
Navidad o Corpus Christi. El incumplimiento de las normas se castigaba con sanciones económicas, e incluso con la expulsión.
Por supuesto, las funciones y obligaciones de los maestros de capilla fueron cambiando hasta el siglo XVIII, siendo las descritas las que conocemos para el siglo XVI en España. También fueron aumentando las oportunidades de hacer carrera como músico sin una vinculación tan directa a las capillas musicales de las iglesias


REFERENCIAS
Barreto, I. (2007) Cine y Música. En A. Ulloa (Coord.), Biblioteca escolar La Cadena Tricolor (pp. 122-125) Lima: Planeta SAIC. Calcaño, J.A. (1980) La Ciudad y su Música (2a. ed.), Caracas: Fundarte. González, J. R. (2007). Historia de la Música en Venezuela. Disponible en http://histmusica.blogspot.com/ [Consulta: 2007, noviembre 3]. Mujica, E. (s.f.). La Guitarra en Venezuela. Disponible en http://es.geocities.com/laguitarraenvenezuela/historia.html [Consulta: 2007, noviembre 3].