lunes, 1 de octubre de 2012

BAUDILIO ORTIZ. Maestro de Juego de Garrote Tocuyano


Maestro Braulio Ortiz 










Cualquier entrevista con una persona de noventa y pico de años es interesante:









El maestro Baudilio Ortiz es una de ellas. Nació en El Tocuyo el día 13 de junio de 1889. Una fecha coincidencial, si conside­ramos que quien habría de ser uno de los más famo­sos jugadores de garrote y gran bailador de la Batalla del Tamunangue en lo que va de siglo, naciera preci­samente el día de San Antonio, de especial significación para todo jugador de palos.

Es un hombre abierto, sin tapujos...: "Anote, anote lo que quiera. Yo voy conversando y usted copia lo que le parezca...". Poseedor de una memoria excepcional para su edad, habla coordinadamente, sin lagunas, con voz clara, intercalando la anécdota personal con cuentos y explicaciones del juego de garrote. He separado estas dos partes para presentar al lector, con más claridad, al personaje por un lado y al jugador de garrote por otro.

El Personaje
"Yo fui alambiquero" —me dice. "En la casa donde yo vivía había tres alambiques. Yo, de mucha­cho, repartía aguardiente... pero me desencanté del señor para quien trabajaba porque cuando me dio la viruela no me fue a ver. Me visitó cuando ya había sanado, pero ya se me había metido el "grillo" en la cabeza de que no me quería. Dejé ese trabajo y me fui haciendo albañil...".
Más o menos por 1909 o 1910, tuve un brollo por cuestiones de faldas y me arrestaron. Cuando me llevaban preso y me iban a maltratar, al policía se le cayó el machete (en esa época los policías cargaban machete)... Lo herí... Huí a Guaitó, en las cercanías de Guarico, y allá me fue a buscar una comisión a la cual hice frente y herí a tiros a tres policías. Me fui huyendo hacia Chabasquén. Estando allá, mi padre —yo fui hijo natural del general Juan Bautista Aguilar— me mandó a decir que me presentara, que él iba a arreglar el problema. Me entregué allá en El Tocuyo para que me trasladaran a Barquisimeto. Como el jefe civil me tenía rabia, me mandó amarrado... y en esa época no había carretera ni carros, esos viajecitos eran a pie. (Usted me va a perdonar que le diga "en esa época" a cada momento; lo hago para diferenciar, porque las cosas han cambiado mucho). Cuando lle­gamos y me llevaron a la antigua casa de gobierno, allí estaban esperándome mi padre y el presidente del estado... muertos de risa de ver cómo me traían. Mi padre con sus influencias logró que me recluyeran unos cuantos días en el cuartel y que no me enviaran a la cárcel. Desde entonces me radiqué en Barquisime­to, donde comencé a trabajar como albañil cuando iniciaron la construcción del Palacio de Gobierno".

Al pasar una caravana electoral, da un giro a la conversación: "Conocí bastante al padre de Caldera. También se llamaba Rafael. En esa época yo bebía y siempre me echaba palos con él. Era muy amigo mío. He conocido mucha gente. Tengo conocidos y amigos de distintos partidos, pero no soy de ninguno. De tan­to que he visto, he llegado a la conclusión de que no hay político que no sea ladrón, maluco y embustero..."

  Estuvo en Caracas brevemente en 1914 y le agradó la capital. Iría de nuevo en 1918 para aprender a trabajar el cemento armado, cuya utilización estaba en sus inicios para entonces, y permanecería allá hasta 1924, año en que regresa a Barquisimeto. Mani­fiesta que fue el primero en trabajar con cemento ar­mado en la capital larense, lo cual le valió que muchos albañiles le cogieran rabia por envidia, porque el ce­mento competía ventajosamente con las obras que para entonces utilizaban el adobe y la tierra. Fue el primero en pavimentar las calles en Barquisimeto y en Carora; participó al comienzo y al final en la construc­ción (que duró muchos años) del Palacio de Gobierno; montó el antiguo puente de Santa Rosa (hoy sustitui­do) y, durante el gobierno estadal de Eustoquio Gómez, colocó la estatua del Libertador en la plaza Bolívar y dirigió las obras del Parque Ayacucho.

El año 30 estuvo haciendo algunos trabajos en Puerto Cabello y de allí pasó a San Juan de los Morros, recomendado a Gómez, donde permaneció hasta 1936 en lo que era la "sección gomera" en cuestiones de construcción. Allá ejecutó la construcción de la casa de habitación de Gómez, réplica de "La Mulera" tachirense. Más tarde, en Barquisimeto, sería funda­dor del Gremio de Albañiles, predecesor del Sindicato de la Construcción.

"En aquella época fue que aprendí a dar masajes y a curar la culebrilla. Lo aprendí con un señor que vivía en lo alto de un cerro allá en San Juan de los Morros. Lo llamaban Don Pedro el de la Cumbre. He sobado y he quitado la culebrilla a unos cuantos".
"Me he casado dos veces: la primera el año 15 y la segunda el 43. Del primer matrimonio tengo tres hembras, pues dos varones se murieron chiquitos. Del segundo tengo cuatro hembras. Las mayores son Ortiz Heredia y las menores Ortiz Herrera".

En todos sus cuentos, incidentes, trabajos, aven­turas, la mujer juega un papel significativo. Primero la figura de la madre y su afán de ayudarla en una infan­cia y juventud de pocos recursos; luego se barajarán las esposas y las amantes en tiempos mejores.
        Un hombre. Cuenta sus cosas sin miedo. Lo bueno. Lo malo. Sus virtudes. Sus vicios. Sin disfra­ces. Un hombre. Noventa y cuatro años...
El Jugador de Garrote

"Conocí el juego en 1902. Jugaba con mi primo hermano Tomás Ortiz; yo era un muchacho y ya él era un hombre hecho y derecho. Pero realmente vine a aprender garrote estando en Barquisimeto con el tocuyano Andrés Pérez, que era encargado de la ha­cienda "Las Damas".


 El me enseño un juego llamado "barajo de palos". Más tarde, con otro tocuyano de apellido Pérez —no me acuerdo el nombre, pero era hermano de Eugenio Pérez, que también era muy co­nocido como jugador de garrote- aprendí el juego llamado de "defensa propia". Con estos dos juegos y otro más pequeño que le "robé” a un señor que jugó varias veces conmigo, formé un solo juego que fue el que utilicé siempre. Ese tercer juego era de tapas".

"Siempre me gustó presentar el luego en la Ba­talla del Tamunangue y lo hice primero con Tomás y más tarde con Francisco Torres discípulo mío. Con él fui a Cali, Colombia, cuando eligieron la Reina del Azúcar, creo que cuando Pérez Jiménez. Fuimos como artistas con el conjunto de Tamunangue. Cuando la toma de posesión de Gallegos me mandó a buscar Juan Liscano Velutini —y le pongo el Velutini para diferenciarlo, porque el viejo también se llamaba Juan Liscano— para presentar la Batalla en el acto. Fueron varias parejas de jugadores, entre ellos estaba Ismael Colmenares. Siempre fui a esos viajes como artista, con todos los gastos pagados".

"Dicen que el juego es indígena o que es espa­ñol. Yo creo que tiene mucho de la esgrima francesa del bastón. No recuerdo en qué época un gobierno en Francia prohibió el uso de la espada, que hasta enton­ces era de libre porte. Lo cierto fue que esa prohibi­ción hizo que la gente acostumbrada a las armas utilizara el bastón, que era de libre uso, para atacar y defenderse. Yo tenía libros que hablaban de la esgri­ma del bastón, pero los presté y no me los devolvie­ron. Son las mismas figuras del juego de garrote... En El Tocuyo, cuando yo abrí los ojos al mundo, todo el mundo usaba bastón; unos con empuñadura de oro, otros de plata, otros de marfil y otros rústicos. A los de los ricos les decían bastones y a los de los pobres les decían garrotes. Pero todos eran un arma. Y créame que ese juego lo inventaron los fran­ceses. No sé cómo llegó aquí, pero por lo que he visto y leído nadie me quita que su procedencia es fran­cesa".

"Jugué con Ismael Colmenares una sola vez. Era muy nombrado como jugador ligero. Una vez fue soli­citándome a mi casa y allí jugamos. En efecto, era buen jugador... También jugué con Luis Mejía, llama­do "El Rey del Garrote". Vivía en aquel cerro (y lo
señala desde el balcón de su casa en Los Libertadores) que llamaban el Cerro del Catire Heriberto, porque allí había ganado y chivo de Heriberto Tamayo que era un rico de El Tocuyo, dueño de "La Estrella". Con Mejía jugué dos veces: una en el patio de un ne­gocio propiedad de un compadre mío, y otra en Los Rastrojos".

"Conocí al maestro Asunción Álvarez sólo de vista, yo era todavía un muchacho y él ya era un hombre mayor". "También vi jugando al maestro León Valera, que era de El Molino, cerca de El Tocu­yo, y había tenido fama de ser muy defenso. Era esa misma época; él ya estaba muy anciano".
"No tuve hijos varones a quienes enseñar ni he enseñado a ninguno de mis nietos. He tenido pocos discípulos: Pedro Jiménez, que después se fue con otro maestro que no era amigo mío; Florentino Quero, hijo de un gran amigo mío que fue Crispín Quero, que era encargado de la cochera del tranvía y me pidió que le enseñara al hijo; Antonio José Torres, en el tiempo que viví en San Juan de Los Mo­rros; un médico de apellido Anzola —no recuerdo el nombre— que murió asesinado; Rigió Lugo, que tra­baja en cuestiones de farmacia, creo que en la 18 con la 36; y Francisco Torres, con quien jugué durante muchos años, tanto que después de su muerte prácti­camente me abandoné del juego. Dejé de jugar a los 80 años".
Luego de finalizada la conversación el maestro Baudilio se animó empeñosamente en demostrar al­gunas de sus figuras. Lo hizo con admirables esfuerzos y con las limitaciones propias de su edad.

"Lamento no poder explicarle mejor, pero mi pierna izquierda no me permite conservar el cuadro. A usted, que está tratando de dar a conocer el juego a las gentes de hoy y que le veo tanto interés en esto, permítame que le diga, sin pretender indicarle lo que debe hacer y sin ánimo de ofenderlo, lo que he apren­dido con la experiencia: No enseñe sin amistad... ".





























**Fuente: EL JUEGO DE GARROTE LARENSE. El método venezolano de defensa personal. Autor: Eduardo Sanoja. Caracas, 1984.

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