jueves, 13 de diciembre de 2012

Historia del PAN DE JAMON VENEZOLANO copilacion : Licdo. Mg. Antonio J. Saldivia Landaeta


Pan de jamón


 Rafael Cartay en su Diccionario de Cocina Venezolana lo define así:
 Pan típico de la navidad venezolana, aunque de implantación relativamente reciente. Fue elaborado por primera vez hacia 1905en una panadería caraqueña regentada por extranjeros. Poco a poco se impuso como pan tradicional. Se prepara con harina de trigo, huevo, mantequilla, sal, leche y levadura, y se rellena con jamón pasas y aceitunas. Se come particularmente en la época de Navidad, como contorno en la cena de Nochebuena. También es consumido en los meses de diciembre y enero, dentro de la celebración navideña.

    Sobre el origen del pan de jamón existen muchas historias (la mayoría equivocadas debido a su carencia de rigor histórico e investigativo): desde su origen colonial y mestizo, hasta la de que fue el invento de un panadero italiano por allá en 1940 que en medio de una borrachera decembrina le dio por confeccionar un cachito gigante.

     Lo realmente cierto del origen del pan de jamón, es que no nació en la época colonial ni en el patio trasero de las casas de la época pues no existe registro histórico que lo avale. No es entonces, una receta que se ha legado de generación en generación y que haya sufrido los cambios propios de su paso por el tiempo. El pan de jamón es de origen “industrial”, y caraqueño. Tuvo su nacimiento en los hornos industriales de las panaderías caraqueñas. Según Miro Popic el pan de jamón surgió para “aprovechar productivamente los restos de jamón Ferry que quedaban adheridos al hueso cuando se procedía al planchado de las piezas para adobarlas como plato navideño”. (El jamón importado más apetecido de principios del siglo XX era el jamón Ferry).

 El pan de jamón (en ese entonces llamado pan con jamón) surge en un momento en el que Caracas apenas cuenta con unos 90 mil habitantes y no más de 400 esquinas, de allí, que su posicionamiento se deba tanto a ese contexto como al de que era un excelente producto impulsado por la competencia de las panaderías más famosas de la época (Ramella, Montaubán, Solís, entre otras) situadas en las adyacencias de las esquinas de Gradillas y Solís. Entonces, pareciera que el pan de jamón nace antes de 1910, en Caracas y entre las esquinas de Gradillas y Solís!

La primera prueba de que en Caracas existía el pan de jamón la encontramos en el Nº 1826 del periódico “El Constitucional”, del 21 de diciembre de 1906, en un aviso a 3 columnas que dice: “Pan con jamón. Especialidades de la casa para los días de Pascuas, a 2, 4, 6, 8 reales, etc. Panadería de Sociedad Montaubán & C.A.”

Miro Popic

Ya a partir de 1915 no se hablaba más de pan con jamón si no de pan de jamón. No obstante y según Luís Morales, panadero, testigo de la época y secretario de la Asociación de Industriales de Panadería afirmó que la primera panadería en elaborar pan de jamón fue “Ramella” por allá en 1905. Al principio sólo tenía jamón (Ferry) y no fue sino después de 1920 que comenzaron a agregársele, pasas, aceitunas, nueces, almendras y alcaparras, luego, por razones de costo se limitaron los ingredientes a aceitunas, pasas y en algunos casos almendras.

En principio el pan se elaboraba con masa de “cerveza”, con fermentos naturales (en el lúpulo caliente se cocinaban papas y se dejaba reposar la mezcla durante 12 horas para fabricar la llamada cerveza de panadería, mientras, en otro espacio, se trabajaba con la cerveza más vieja -cabeza de cerveza- preparando la masa a mano con gran cuidado). Para 1930 la compañía Standard Brandt trajo al país la revolucionaria levadura en pasta recibida con no poca reticencia por los panaderos de la época que se negaron a usarla al principio, protestas callejeras mediante.

Ya para los años 1940 comenzó a emplearse el jamón rebanado y a prestársele menor atención a la masa perdiendo así algo de sabor y calidad.

Recientemente el afán de comercialización, la trampa de los productos Light, el snobismo exacerbado y la falta de apego a lo nacional han creado aberraciones que pretenden sustituir al pan de jamón tradicional. Es así como surgen, el pan de jamón de pavo (siendo desde el mismísimo principio un error de concepto pues sólo se puede hablar de jamón cuando se trata de un cerdo), pan de jamón de hojaldre (otro exabrupto sin precedentes), el de jamón con queso crema, pan de jamón concebollas y manzanas caramelizadas y hasta el de jamón con masa brioche. Como bien lo dice Juan Carlos Bruzual:

“…el pan de jamón es el único pan venezolano que recorre la fibra social de nuestro país, es decir desde las clases más pudientes hasta las más desposeídas o menos favorecidas comen pan de jamón en navidad, unos más costosos otros más económicos, pero todos los venezolanos comemos este pan en navidad, y así como recorre de arriba hacia abajo y se devuelve de abajo hacia arriba la fibra social, también atraviesa geográficamente de norte a sur y de este a oeste nuestro hermoso país, ese hecho en si mismo convierte al pan de jamón en un identificador de nosotros los venezolanos como pueblo, culturalmente el pan de jamón nos une en torno a una patria, a una nación con la que nos identificamos y de la cual nos sentimos orgullosos…”

En lo particular como venezolanos no deberíamos estar dispuestos a aceptar que se incorporen ingredientes, elementos o procedimientos a nuestras preparaciones que lejos de enriquecerlas, las enmascaran y las soslayan, convirtiéndolas en un subproducto de otra cultura o acontecer social y hasta económico, en un producto sin historia, sin aromas, sin sabores, sin nacionalidad.  El pan de jamón debe mantenerse como lo que es, como el pan de jamón, como uno de los olores y los sabores que se esperan durante todo un año, en fin, como uno de los grandes aportes culinarios que la gastronomía venezolana  (compleja por demás) a legado al mundo.
Los franceses legislan sobre temas tan delicados como este, porque producir alimentos es un tema delicado, no solo desde el punto de vista de salud, sino también desde el punto de vista de preservación del patrimonio cultiral y gastronómico de un país. (Véase
DECRET Décret n°93-1074 du 13 septembre 1993 pris pour l'application de la loi du 1er août 1905 en ce qui concerne certaines catégories de pains  
NOR: ECOC9300130D
Version consolidée au 08 octobre 1997.
O directamente en la dirección : http://www.legifrance.gouv.fr/affichTexte.do?cidTexte=JORFTEXT000000727617
Allí dejan muy claro que es un pan de tradición francesa y por ley, no puede estar fuera de esos poarámetros. Lo mismo sucede en Italia con su panettonne (no se valen ni esencias de panettonne o de mantequilla ni nada de esas porquerías que se venden a diestra y siniestra en nuestro país).
La legislación italiana obliga a los fabricantes de panettones a emplear MMN para la elaboración de panettones.

“Art. 1.
Panettone
1. La denominazione «panettone» e' riservata al prodotto dolciario da forno a pasta morbida, ottenuto per fermentazione naturale da pasta acida, di forma a base rotonda con crosta superiore screpolata e tagliata in modo caratteristico, di struttura soffice ad alveolatura allungata e aroma tipico di lievitazione a pasta acida.”
http://www.ambientediritto.it/Legislazione/consumatori/2005/dm%2022lug2005.htm

Una muestra de que con la legislación adecuada, se puede exaltar el patrimonio gastronómico de un pueblo, estado o país.
Ya que nosotros no hemos contado ni contamos con un gobierno serio en materia de conservación de nuestro patrimonio gastronómico, lo menos que podemos hacer es defenderlo hasta "con los dientes".
No soporto los pedidos de pan de jamón con queso crema ni ninguna de sus aberrantes variaciones. Eso, señores no es pan de jamón. Si seguimos así, dentro de poco comeremos hallacas rellenas de carne de Mc donalds, para darle un toque internacional. Y lejos no estamos, ya he visto "osadas versiones" de nuestro asado negro con CocaCola y como colofón, acabo de ver con horror como alguien ganó un concurso de cocina de una revista venezolana porque al Tarkary de chivo le añadió crema de leche para darle un toque gourmet. Gourmet mis cojones pues.
El patriotismo también está en la comida. Lo que comemos nos define como cultura (buen trabajo hicieron los bolivianos al hacer quebrar a Mc Donalds). Si no nos respetamos nosotros mismos, no podemos esperar que otro lo haga.
NOTA1: Parte del material que aquó transcribo forma parte de mi libro de panadería que se publicará en algún momento si las circunstancias lo permiten.
Les dejo ahora un par de recetas:
NOTA 2: No se les ocurra por nada del mundo usar margarina. Es dañina, muy mala para la salud y de paso sabe horrible!!!!!
PAN DE JAMÓN

Ingredientes masa
                               Peso en gr.
Harina Panadera           315
Agua                          140
Levadura                      6
Sa                               4
Huevos                        25
Mantequilla                  30
Azúcar                        10
Leche en polvo             5
Total                          535

Ingredientes del relleno
                                                    Peso en gr.
Jamón ahumado rebanad fino              400
Tocineta rebanada fina                         40
Aceitunas deshuesadas                        60
Uvas pasas                                         40
Melao de papelón                                30
Total                                                 570

PROCEDIMIENTO
Para la masa

Amasado a mano:

Formar un volcán con la harina, disolver la levadura y el azúcar en el agua fría.
Incorporar el resto de los ingredientes líquidos poco a poco mientras mezcla con los dedos.
Añadir el resto de los ingredientes menos la sal y la mantequilla.
Amasar bien durante 6 minutos e incorporar la sal en el minuto 5.
Incorporar la mantequilla en (cubos y congelada) y seguir amasando durante 5 minutos
Dejar descansar la masa tapada durante 10 minutos y luego hacer un amasado intenso durante 2 minutos.

Amasado en amasadora

Incorporar todos los ingredientes líquidos junto al azúcar y mezclar hasta diluir.
Añadir el resto de los ingredientes  menos la sal.
Amasar durante 4minutos en primera velocidad y agregar la sal en el minuto 3.
Cambiar a segunda velocidad y continuar el amasado durante 2 minutos.
Añadir la mantequilla congelada y en cubos amasar en 1ra velocidad 2 minutosa y en segunda velocidad 3 minutos
Sacar la masa del tazón, formar una bola y dejar descansar durante 10 minutos tapada a fin de que se relaje y permita el formado.

Formado

Con ayuda de un rodillo aplanar la masa hasta formar un rectángulo de unos 35 cm (ancho) x 40 cm (largo)  y 0,5 cm de grosor.
Disponer del jamón rebanado sobre el rectángulo de masa cuidando de dejar un espacio de unos 8 cm libres en el extremo inferior.
Disponer de las tocinetas diagonalmente y luego distribuir uniformemente las aceitunas y las uvas pasas.
Añadir un poco de melao de papelón en el centro en forma de hilos
Pintar ligeramente la franja de masa libre de relleno y enrrollar desde el extremo opuesto.
Colocar en una bandeja engrasada y pinchar con tenedor o puntilla a lo largo del mismo. Dejar descansar tapado durante una hora en lugar fresco.

Horneado

Precalentar el horno a 180 ºC o 350 ºF
Justo antes de hornear, barnizar la pieza con huevo batido.
Hornear durante 30 ‘ minutos o hasta que comience a dorar.
Diluir melao de papelón con agua y pintar los panes rápidamente. Devolver al horno hasta que doren.
Retirar del horno y dejar reposar durante 15 minutos.
Otra:
Ingrediente                  Peso en gr
Harina Panadera                  327
Cerveza tipo Pilsen              130
Levadura fresca                    8
Sal                                       5 
Huevos                                  23
Mantequilla                           34
Azúcar                                  20
Papelón Rallado y colad           13
Leche en Polvo                        6

Relleno 

Ingrediente              Peso en gr

Jamón ahumado        405
Tocineta Ahumada      85
Pasas Maceradas         73 
 Las pasas se maceran en vino míinimo una semana antes
Aceitunas                     73

 Fórmulas: Juan Carlos Torres R

Pan de Jamón

lunes, 10 de diciembre de 2012

Casa de la cultura de El Tocuyo ...Cronologia historia


Fachada de la Casa de la Cultura 

A PARTIR DE UN LIBRO PUBLICADO CON MOTIVO DE SUS 30 AÑOS 

   El 12 de diciembre de 1967 se constituyó una  junta directiva promotora de la idea , lo cierto es que el viejo convento de Nuestra Señora de Los Ángeles, ha sido sede desde sus orígenes, en el siglo XVI, de las actividades culturales de El Tocuyo Colonial y Republicano. 

   Las instituciones religiosas fueron durante la colonia el principal centro de enseñanza y catequizacion cristiana a la new urbe. Allí funcionó el primer Colegio Nacional de la Ciudad y el tercero del país (1833-69). Desde entonces sirvió de cuartel militar, hasta que en 1881 el general Guzmán Blanco lo designa como sede del Poder Civil y Municipal.

  
El 1 de septiembre de 1943, el general Medinas Angarita decreta la restauración de esta edificación para destinarla para Casa de la Cultura. La Junta Cuatricentenaria presidida por J.R. Colmenares Peraza propone que allí se albergaran: El Colegio Federal, desde su constitución en 1924 funcionó en dos locales en condiciones no aptas, la Galería de Arte Colonial, que estaban organizando el profesor Francisco Suárez y el periodista José González, la Biblioteca Alcides Lozada, creada desde 1936, Galería de Tocuyanos Ilustres, cualquier otra institución, como Escuela de Música, Pintura, etc.


En 1948, por orden de la Junta de Gobierno, se instaló allí el Colegio Federal, desde entonces llamado Eduardo Blanco, hasta que en 1967 se reubica en su actual sede. No se puede negar que la presencia de esta institución educativa limitó las posibilidades de expandir las actividades culturales. En 1965 el viejo convento fue declarado Monumento Histórico de la Nación y en 1981 el Concejo Municipal le otorga el nombre del músico José Ángel Rodríguez López.


Ángel Eduardo Montesinos - Santiago Adames - Pedro Manuel Guerrero
 
     En 1982, por haberse creado el Museo Lisandro Alvarado se trasladan allí parte de los objetos que existían en el Museo de Arte Colonial, igual sucede en 1992 con la Biblioteca Alcides Lozada que se muda a una moderna sede. Allí han funcionado: Kínder Musical, Taller de Pintura Infantil, Escuela de Música José Ángel Rodríguez López, Estudiantina José María López, Taller de Pintura de Adultos Che María Giménez, Orquesta Juvenil, Coral El Tocuyo, Centro de Historia, Teatro Infantil, taller de Artesanía.

     Han presidido esta institución: Cándido Rangel Mendoza, Corina de Silva, José Pío Anzola, Delfín Pérez, José María Albán, Raúl Colmenárez, Lucrecia de Garmendia, María Luisa Carrasco, Xiomara Sánchez, María Luisa Carrasco y Samantha Castro

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El Golpe Tocuyano de Pablo Rodriguez "La Ñema"


   Nació el 14 de abril de 1945 en la Quebrada Arriba, en la quebrada de Sanare, donde nacieron también otros artistas como Chemaría Giménez y Edignio Torrealba y allí estaba el alambique de ‘La Carmelita'. De su padre Pascual Osal aprendió la música y también la pasión por el cocuy, ya que éste vendía cocuy de contrabando.

    A los 12 años se muda al barrio ‘Caja de Agua' de El Tocuyo. Desde entonces comienza sus relaciones con Abelardo Morillo, Iván Querales y a Alfredo Pérez ‘El Culito'. La primera composición la hace para un 45 rpm que se tituló ‘El Tocuyo Colonial', patrocinado por Grone Romepri e interpretado por ‘Los Estelares del Golpe'. A éste le siguen otros golpes como: La Copetona, El Sombrero, Rosalía, Tengo una negra en el campo. En 1974 participa en la creación de la agrupación ‘Los Golperos del Tocuyo'.

     Después vendrá su canto de El Cardenalito, el Canto de los Buhoneros, Serenata Larense.
Antes una pregunta de Argimiro González (2005) ¿Como compositor cuándo te inicias? Respondió: "Luego cuando iniciamos ‘Los Golperos de El Tocuyo', Edignio y yo buscando letras de los viejos golpes para grabar el primer Long-Play, hicimos varias recopilaciones. Esta experiencia de ordenar y recordar las letras de las piezas como: ‘Nuestro Patrón' y ‘Las Brisas' dan origen a nuevos versos que son de mi propia inspiración. De esa manera comienzo a ordenar uno con otros, buscándole el sentido a través de la música".


   -Como compositor, ¿cuántos golpes has hecho? -Son muchos, y no sé realmente cuántos tengo, ya que he regalado algunos y otros que sólo le he arreglado la música. -Cuál es el golpe que más te ha gustado? -Hay varios, pero son dos los que más siento y que los llevo dentro de mí, como son: Serenata Larense y El Cardenalito. Este último quizás por considerarlo muy mío, ya que mi infancia la viví con ellos y tantas otras aves de mi viejo Tocuyo.
   Hay algunos golpes que los recuerdo por el momento que uno pasa cuando ando con mis compañeros y amigos como: Edignio, Alfredo, Gabrielito, El ‘Adobo' y tantos otros que son muy buenas personas. ‘La Copetona', es un golpe muy sabroso para oírlo y bailarlo y más cuando una sabe por qué se hizo la pieza.
Pablo ‘La ñema' muere el 28 de noviembre de 1994.

lunes, 19 de noviembre de 2012

El Tigre de Guaito. Jose Rafael Montilla

 Jose Rafael Montilla

    El General Montilla nació el 16 de septiembre de 1859 en San Miguel, cercano a Boconó en Trujillo, hijo de Custodio Montilla y de Juana Natividad Petaquero, su abuelo fue un indio llamado Guamo, quien siguió las órdenes del Libertador, de esta herencia indígena se sintió siempre orgulloso. Desde finales del siglo XIX, y hasta su muerte en 1907, se convirtió en uno de los hombres más fuertes de la región (Lara, Trujillo y Portuguesa), no fue un hombre de instrucción y de una ideología política claramente definida, aunque siempre se consideró liberal no contaba con un proyecto nacional, su mentalidad provinciana lo llevó a incurrir en graves equivocaciones. 

      Su lucha comienza a partir del resentimiento que representaba el predominio y las injusticias sociales encabezadas por las élites dominantes de su nativo Trujillo. Fue uno de los máximos representantes de la Revolución Libertador (1901-03) en el Occidente del país. El movimiento encabezado por El Tigre de Guaitó -apodo ganado por su habilidad y lugar donde vivió y combatió- arrastro muchos simpatizantes, aquellos herederos de los que se sintieron defraudados por las promesas hechas en la Guerra de la Independencia y más aún en la Guerra Federal. Se ganó las simpatías de aquellos campesinos en condiciones de servidumbre. 

Muchos de los que allí pelearon con Montilla estarían luego en el ejército de Gabaldón en la revolución de 1929 y los hijos de éstos darían su apoyo a los movimientos guerrilleros de los años 60. 

 La muerte de Montilla, fue el 21 de noviembre de 1907, fue asesinado de un machetazo -por la espalda, por un hombre de apellido Canelones,  El cuerpo del asesino también fue encontrado, con un tiro, junto al cadáver de Montilla. 

 Los restos de Montilla son luego exhumados y enterrados en Boconó. 

viernes, 12 de octubre de 2012

Vincencio Pérez Soto ...la audacia tocuyana

General Vicencio Perez Soto 

  Figura larense de destacada trayectoria en el campo político y militar, asiduo lector de Historia y Literatura, y aunque no “… tuvo veleidades de estilista… escribía y lo hacía bien”, según lo describe en artículo publicado en El Impulso, el Dr. Argimiro Bracamonte.  Nació Vincencio en El Tocuyo el 24 de julio de 1883, hijo del abogado José Vincencio Pérez y Doña Herminia Soto de Pérez

     De ellos recibió una buena educación y aprendió principios de moral y valentía para enfrentar las vicisitudes de la vida. Cursó estudios en el Colegio de la Concordia en su ciudad natal, dirigido por el insigne maestro de occidente Don Egidio Montesinos Canelón.  Desde muy joven se incorporó en las milicias bajo las órdenes de los Generales Rafael Montilla y Rafael González Pacheco, y participó en varios combates durante la Revolución Libertadora en tierras de Lara y Yaracuy, entre los años 1902 y 1903. 

    En el año 1905 es ascendido a General y pasó a desempeñar varios cargos bajo las órdenes del General Juan Vicente Gómez, tales como: Jefe de Batallón, Jefe de Regimiento y Jefe del Estado Mayor de la Comandancia de Armas del Estado Lara; cuando Gómez asume la Presidencia de la República en 1908, Pérez Soto es nombrado Jefe Civil de Distrito en Lara y luego en Falcón y Mérida, y en estos cargos, a pesar, de las actuaciones fuertes y drásticas que imponía la propia época, supo guardar un profundo respeto por la cultura a la cual  “… le dio generoso impulso, llamando a colaborar a su lado a prestantes intelectuales del país”. (El Impulso, 1955, Nº 16.311).   

Al parecer del Dr. Argimiro Bracamonte (1955), esta cualidad lo distinguió y ennobleció entre los políticos de la época. Prestó ayuda y colaboración a muchos jóvenes estudiosos, que  “… a la sombra de su amistad generosa… pudieron realizar sus estudios.” (El Impulso, 1955,  Nº 16.341). Además era considerado como un hombre caballeroso y consecuente, que no comprendía, ni aceptaba la traición,  “… la palabra amigo,tenía para el general una significación sin regateos”.(Idem). 

General Vicencio Perez Soto 
     Destacan en su trayectoria política el ejercicio de la Presidencia en varios Estados del país, a saber: Apure (1918 – 1921); Bolivar (1921 – 1923); Trujillo (1924 – 1926); Zulia (1926); Lara (1935); así como también fue Gobernador de la Plaza de Puerto Cabello y  Presidente Provisional del Estado Portuguesa (1913).  

     Durante su permanencia en el Estado Bolivar  “… recibe varias concesiones  petroleras en la zona del bajo Orinoco (1922) que transfiere en 1926”. (Diccionario  de Historia de Venezuela, 1997).   

     Como Presidente del Estado Trujillo le correspondió la supervisión de la  construcción de la carretera trasandina en el tramo Valera-Escuque, y en el Zulia  tuvo que  restablecer el orden perturbado por el impacto de  la nueva industria  petrolera” y por algunos movimientos de las propias compañías extranjeras. Allí  logró reafirmar la soberanía del Estado Venezolano obligando a dichas empresas  a respetar las normas establecidas para su operación según las concesiones  otorgadas, “… evitando, en particular, que la Lago Petroleum adquiriera, como lo  tenía proyectado, la Isla de Toas situada en el Lago de Maracaibo.” (Idem). 
      
  En ese mismo Estado realizó obras de importancia desde el punto de vista social,  como la creación de la “gota de leche” en  la ciudad de Maracaibo y, la  construcción del Asilo de San José de la Montaña, además de templos que aún  hoy embellecen a la ciudad.  Después de la muerte del General Gómez (diciembre  de 1935), Vincencio es trasladado al Estado Lara a  ejercer la Presidencia, acto  que fue reseñado por El Impulso en su primera página, así: “El General Vincencio  Pérez Soto, Presidente de Lara… Esperamos que el General Pérez Soto, a quién  saludamos cortésmente, haga en Lara una administración acorde con las  aspiraciones públicas en este ciclo de reparaciones…”  (El Impulso, 1935, Nº  10.303).  Igualmente se hace eco de este acontecimiento el conocido periodista  larense Eligio Macías Mujica, para entonces Director del citado Diario, y manifiesta  su confianza de que el  “… nuevo magistrado, asesorado por el General López Contreras, realice la obra reparadora…” ya que el pueblo venía clamando por  justicia. (El Impulso, 1935, Nº 10.304).

  
    A raíz de los sucesos del 14 de febrero de 1936, Vincencio Pérez Soto se  ve obligado a salir del país, dirigiendose a Costa Rica,  regresando a Venezuela  en el año 1941, pero debido al golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 vuelve  al exilio. Sus bienes son confiscados por el Tribunal de Responsabilidad Civil y  Administrativa, y más tarde le serán restituidos por la Junta Militar de 1948.  


      Cuentan entre sus actividades el haber sido nombrado miembro de la Junta  Coadyuvadora de Caracas para la celebración de los  cuatrocientos años de El  Tocuyo en el año 1943, al lado de distinguida personalidades como los Doctores  Ambrosio Perera, Antonio Alamo, Antonio Manzano, Beltrán Perdomo Hurtado,  Pastor Oropeza y otros.  Allí propone asumir la reconstrucción del viejo Templo de  Santa Ana por el cual guarda gratos recuerdos; también escribe una obra titulada  Anecdotario Tocuyano, en el año 1945. 

      Este hijo de la ciudad de los Lagos Verdes, El Tocuyo, tan discutido y adversado por muchos, pero descrito como hombre de gran talento y valentía, por  otros, fallece en la ciudad de Caracas el 18 de noviembre de 1955. 
retrato en la galeria de Masones maracaibo

lunes, 1 de octubre de 2012

BAUDILIO ORTIZ. Maestro de Juego de Garrote Tocuyano


Maestro Braulio Ortiz 










Cualquier entrevista con una persona de noventa y pico de años es interesante:









El maestro Baudilio Ortiz es una de ellas. Nació en El Tocuyo el día 13 de junio de 1889. Una fecha coincidencial, si conside­ramos que quien habría de ser uno de los más famo­sos jugadores de garrote y gran bailador de la Batalla del Tamunangue en lo que va de siglo, naciera preci­samente el día de San Antonio, de especial significación para todo jugador de palos.

Es un hombre abierto, sin tapujos...: "Anote, anote lo que quiera. Yo voy conversando y usted copia lo que le parezca...". Poseedor de una memoria excepcional para su edad, habla coordinadamente, sin lagunas, con voz clara, intercalando la anécdota personal con cuentos y explicaciones del juego de garrote. He separado estas dos partes para presentar al lector, con más claridad, al personaje por un lado y al jugador de garrote por otro.

El Personaje
"Yo fui alambiquero" —me dice. "En la casa donde yo vivía había tres alambiques. Yo, de mucha­cho, repartía aguardiente... pero me desencanté del señor para quien trabajaba porque cuando me dio la viruela no me fue a ver. Me visitó cuando ya había sanado, pero ya se me había metido el "grillo" en la cabeza de que no me quería. Dejé ese trabajo y me fui haciendo albañil...".
Más o menos por 1909 o 1910, tuve un brollo por cuestiones de faldas y me arrestaron. Cuando me llevaban preso y me iban a maltratar, al policía se le cayó el machete (en esa época los policías cargaban machete)... Lo herí... Huí a Guaitó, en las cercanías de Guarico, y allá me fue a buscar una comisión a la cual hice frente y herí a tiros a tres policías. Me fui huyendo hacia Chabasquén. Estando allá, mi padre —yo fui hijo natural del general Juan Bautista Aguilar— me mandó a decir que me presentara, que él iba a arreglar el problema. Me entregué allá en El Tocuyo para que me trasladaran a Barquisimeto. Como el jefe civil me tenía rabia, me mandó amarrado... y en esa época no había carretera ni carros, esos viajecitos eran a pie. (Usted me va a perdonar que le diga "en esa época" a cada momento; lo hago para diferenciar, porque las cosas han cambiado mucho). Cuando lle­gamos y me llevaron a la antigua casa de gobierno, allí estaban esperándome mi padre y el presidente del estado... muertos de risa de ver cómo me traían. Mi padre con sus influencias logró que me recluyeran unos cuantos días en el cuartel y que no me enviaran a la cárcel. Desde entonces me radiqué en Barquisime­to, donde comencé a trabajar como albañil cuando iniciaron la construcción del Palacio de Gobierno".

Al pasar una caravana electoral, da un giro a la conversación: "Conocí bastante al padre de Caldera. También se llamaba Rafael. En esa época yo bebía y siempre me echaba palos con él. Era muy amigo mío. He conocido mucha gente. Tengo conocidos y amigos de distintos partidos, pero no soy de ninguno. De tan­to que he visto, he llegado a la conclusión de que no hay político que no sea ladrón, maluco y embustero..."

  Estuvo en Caracas brevemente en 1914 y le agradó la capital. Iría de nuevo en 1918 para aprender a trabajar el cemento armado, cuya utilización estaba en sus inicios para entonces, y permanecería allá hasta 1924, año en que regresa a Barquisimeto. Mani­fiesta que fue el primero en trabajar con cemento ar­mado en la capital larense, lo cual le valió que muchos albañiles le cogieran rabia por envidia, porque el ce­mento competía ventajosamente con las obras que para entonces utilizaban el adobe y la tierra. Fue el primero en pavimentar las calles en Barquisimeto y en Carora; participó al comienzo y al final en la construc­ción (que duró muchos años) del Palacio de Gobierno; montó el antiguo puente de Santa Rosa (hoy sustitui­do) y, durante el gobierno estadal de Eustoquio Gómez, colocó la estatua del Libertador en la plaza Bolívar y dirigió las obras del Parque Ayacucho.

El año 30 estuvo haciendo algunos trabajos en Puerto Cabello y de allí pasó a San Juan de los Morros, recomendado a Gómez, donde permaneció hasta 1936 en lo que era la "sección gomera" en cuestiones de construcción. Allá ejecutó la construcción de la casa de habitación de Gómez, réplica de "La Mulera" tachirense. Más tarde, en Barquisimeto, sería funda­dor del Gremio de Albañiles, predecesor del Sindicato de la Construcción.

"En aquella época fue que aprendí a dar masajes y a curar la culebrilla. Lo aprendí con un señor que vivía en lo alto de un cerro allá en San Juan de los Morros. Lo llamaban Don Pedro el de la Cumbre. He sobado y he quitado la culebrilla a unos cuantos".
"Me he casado dos veces: la primera el año 15 y la segunda el 43. Del primer matrimonio tengo tres hembras, pues dos varones se murieron chiquitos. Del segundo tengo cuatro hembras. Las mayores son Ortiz Heredia y las menores Ortiz Herrera".

En todos sus cuentos, incidentes, trabajos, aven­turas, la mujer juega un papel significativo. Primero la figura de la madre y su afán de ayudarla en una infan­cia y juventud de pocos recursos; luego se barajarán las esposas y las amantes en tiempos mejores.
        Un hombre. Cuenta sus cosas sin miedo. Lo bueno. Lo malo. Sus virtudes. Sus vicios. Sin disfra­ces. Un hombre. Noventa y cuatro años...
El Jugador de Garrote

"Conocí el juego en 1902. Jugaba con mi primo hermano Tomás Ortiz; yo era un muchacho y ya él era un hombre hecho y derecho. Pero realmente vine a aprender garrote estando en Barquisimeto con el tocuyano Andrés Pérez, que era encargado de la ha­cienda "Las Damas".


 El me enseño un juego llamado "barajo de palos". Más tarde, con otro tocuyano de apellido Pérez —no me acuerdo el nombre, pero era hermano de Eugenio Pérez, que también era muy co­nocido como jugador de garrote- aprendí el juego llamado de "defensa propia". Con estos dos juegos y otro más pequeño que le "robé” a un señor que jugó varias veces conmigo, formé un solo juego que fue el que utilicé siempre. Ese tercer juego era de tapas".

"Siempre me gustó presentar el luego en la Ba­talla del Tamunangue y lo hice primero con Tomás y más tarde con Francisco Torres discípulo mío. Con él fui a Cali, Colombia, cuando eligieron la Reina del Azúcar, creo que cuando Pérez Jiménez. Fuimos como artistas con el conjunto de Tamunangue. Cuando la toma de posesión de Gallegos me mandó a buscar Juan Liscano Velutini —y le pongo el Velutini para diferenciarlo, porque el viejo también se llamaba Juan Liscano— para presentar la Batalla en el acto. Fueron varias parejas de jugadores, entre ellos estaba Ismael Colmenares. Siempre fui a esos viajes como artista, con todos los gastos pagados".

"Dicen que el juego es indígena o que es espa­ñol. Yo creo que tiene mucho de la esgrima francesa del bastón. No recuerdo en qué época un gobierno en Francia prohibió el uso de la espada, que hasta enton­ces era de libre porte. Lo cierto fue que esa prohibi­ción hizo que la gente acostumbrada a las armas utilizara el bastón, que era de libre uso, para atacar y defenderse. Yo tenía libros que hablaban de la esgri­ma del bastón, pero los presté y no me los devolvie­ron. Son las mismas figuras del juego de garrote... En El Tocuyo, cuando yo abrí los ojos al mundo, todo el mundo usaba bastón; unos con empuñadura de oro, otros de plata, otros de marfil y otros rústicos. A los de los ricos les decían bastones y a los de los pobres les decían garrotes. Pero todos eran un arma. Y créame que ese juego lo inventaron los fran­ceses. No sé cómo llegó aquí, pero por lo que he visto y leído nadie me quita que su procedencia es fran­cesa".

"Jugué con Ismael Colmenares una sola vez. Era muy nombrado como jugador ligero. Una vez fue soli­citándome a mi casa y allí jugamos. En efecto, era buen jugador... También jugué con Luis Mejía, llama­do "El Rey del Garrote". Vivía en aquel cerro (y lo
señala desde el balcón de su casa en Los Libertadores) que llamaban el Cerro del Catire Heriberto, porque allí había ganado y chivo de Heriberto Tamayo que era un rico de El Tocuyo, dueño de "La Estrella". Con Mejía jugué dos veces: una en el patio de un ne­gocio propiedad de un compadre mío, y otra en Los Rastrojos".

"Conocí al maestro Asunción Álvarez sólo de vista, yo era todavía un muchacho y él ya era un hombre mayor". "También vi jugando al maestro León Valera, que era de El Molino, cerca de El Tocu­yo, y había tenido fama de ser muy defenso. Era esa misma época; él ya estaba muy anciano".
"No tuve hijos varones a quienes enseñar ni he enseñado a ninguno de mis nietos. He tenido pocos discípulos: Pedro Jiménez, que después se fue con otro maestro que no era amigo mío; Florentino Quero, hijo de un gran amigo mío que fue Crispín Quero, que era encargado de la cochera del tranvía y me pidió que le enseñara al hijo; Antonio José Torres, en el tiempo que viví en San Juan de Los Mo­rros; un médico de apellido Anzola —no recuerdo el nombre— que murió asesinado; Rigió Lugo, que tra­baja en cuestiones de farmacia, creo que en la 18 con la 36; y Francisco Torres, con quien jugué durante muchos años, tanto que después de su muerte prácti­camente me abandoné del juego. Dejé de jugar a los 80 años".
Luego de finalizada la conversación el maestro Baudilio se animó empeñosamente en demostrar al­gunas de sus figuras. Lo hizo con admirables esfuerzos y con las limitaciones propias de su edad.

"Lamento no poder explicarle mejor, pero mi pierna izquierda no me permite conservar el cuadro. A usted, que está tratando de dar a conocer el juego a las gentes de hoy y que le veo tanto interés en esto, permítame que le diga, sin pretender indicarle lo que debe hacer y sin ánimo de ofenderlo, lo que he apren­dido con la experiencia: No enseñe sin amistad... ".





























**Fuente: EL JUEGO DE GARROTE LARENSE. El método venezolano de defensa personal. Autor: Eduardo Sanoja. Caracas, 1984.

lunes, 24 de septiembre de 2012

TO3 Campo Antiguerrillero El Tocuyo

    No es una obra literaria, pertenece al género de los documentos históricos: nos revela la depravada situación moral de un sistema que esconde la violencia bajo la máscara amable del parlamentarismo y la democracia representativa. Nos muestra hasta donde puede llegar el odio, la represión sistemática, calculada, brutal. Pero también es testimonio de permanentes valores existenciales: es la demostración de la dignidad y la entereza de un joven que durante meses debió afrontar las formas más viles del terror policial.

Efraín Labana Cordero, buhonero, habla frente a cinta magnetofónica de su experiencia de once meses de alucinante pesadilla.


Efraín Labana Cordero

Prólogo


Un Hombre que Cuenta

    He meditado mucho antes de escribir esta presentación al testimonio de Efraín Labana. A veces pensé extenderme en un largo trabajo sobre la tortura. También en hacer un estudio de las formas represivas implantadas en el país en la última década; sobre la hipocresía del régimen democrático-representativo. Analizar las políticas que conviven bajo el techo de una constitucionalidad verbalista, hueca, negada a diario por la realidad.
Referirme a la dicotomía del poder en Venezuela: a un poder civil farisaico, con origen en el sufragio pervertido por el dinero y por los factores imperiales y oligárquicos que dominan a la opinión pública; y al poder militar, hipertrofiado como nunca, al lado del cual los regímenes militares del pasado semejan toscas maquinarias, pierden su valor simbólico y su agresiva plasticidad.

     Pensé en hacer una radiografía del complejo antiguerrillero que se ha estructurado en el país en los últimos años. El Ejército gestado al calor del anticomunismo militante y del temor de las oligarquías a los desarrollos latinoamericanos del hecho cubano. De un nuevo Ejército. O de un Ejército dentro del Ejército institucional de carácter histórico e inspiración bolivariana. Este nuevo Ejército tiene mandos propios y recibe enseñanza especial; que responde a una concepción continental de la lucha contra los movimientos de liberación ¾léase subversión en el diccionario oficial del panamericanismo¾, copia métodos extraños y ostenta, incluso, símbolos, colores y distintivos importados. Ejército que usa boinas verdes, uniformes diferentes, y es dirigido por oficiales que han hecho cursos en la llamada Escuela de las Américas de Panamá.

    Por cierto, ¿no tomarán conciencia de esta desnaturalización los Ejércitos latinoamericanos, cuyos orígenes se remontan a una concepción nacional y popular a la cual por mandato histórico deben ser fieles?.

He preferido, sin embargo, reducir los alcances de este trabajo. Los temas que pensaba abordar quedan para una próxima oportunidad. Considero que el testimonio de Efraín Labana constituye por sí sólo un documento revelador. Nada más expresivo de la situación de Venezuela en los últimos tiempos, que la experiencia narrada por Labana. Sus palabras no tienen sustituto ni en la realidad ni en la ficción. Ellas eximen de cualquier explicación adicional. Hacerlo es correr el riesgo de distraer la atención del lector o condicionarlo en forma que puede resultar contraproducente para el enfrentamiento posterior de éste a una narración tan nítida y espontánea. Las conclusiones deberá sacarlas el propio lector. Quien se acerque a este testimonio entrará en contacto con una realidad subterránea, escamoteada en la diaria información a la opinión pública. No se trata de un testimonio elaborado, o de una denuncia-clisé, ni del acostumbrado discurso político. Es una experiencia viva, narrada con singulares condiciones de naturalidad, que permite al lector captar en seguida la contradicción flagrante dentro de la cual viven los venezolanos.

    Los factores que determinan los hechos contados por Labana, las circunstancias políticas que en ellos concurren, el grado de bestialidad que opera en la conducta anti-insurreccional, están recogidos en este relato despojado de artificios.

     VENEZUELA ha vivido en distintas épocas la represión dictatorialista de corte tradicional. El 23 de enero de 1958 la nación salió de una situación de este tipo. Sobre los procedimientos utilizados durante esa etapa y la manera de conducirse en general los dictadores castrenses, la literatura política venezolana ha sido prolifera. El “perezjimenismo”, como fenómeno represivo, ha sido examinado al detalle. En cambio los diez años de democracia representativa están a la espera de un trabajo similar. Salvo contados documentos y testimonios, se ha dejado a la labor periodística de un sector concretamente a la llamada prensa de izquierda esa tarea. Con el inconveniente y hasta la desventaja de que cuanto material produce la izquierda es recibido, a causa de una tenaz propaganda adversa, con prevención. A ello también han contribuido cientos de excesos publicitarios; un tono de denuncia que no siempre es el más acertado y la ausencia de un trabajo responsable de recopilación, análisis y posterior edición de los correspondientes materiales que oriente a la opinión. Los analistas políticos, los estudiosos del tema y los dirigentes democráticos conscientes del fenómeno están en mora con el examen de la realidad represiva que la democracia representativa cuestionada por las masas populares ha engendrado; de su capacidad para jugar con ciertos principios y mitos que provocan engaños, mientras excede a cualquier otro régimen en los métodos de persecución.

    Prefiero por tanto no extenderme en consideraciones generales. El examen del contexto deberá hacerlo el propio lector a través del testimonio de Labana. Me limitaré a decir algunas cosas del personaje central, la manera como lo conocí y como surgió la idea de este reportaje.

     A comienzos de 1967 tuve las primeras noticias de un hombre que había sido brutalmente torturado en el Campo Antiguerrillero ubicado en las proximidades de El Tocuyo, Distrito Morán, Estado Lara. Allí tiene su asiento el Comando del TO-3, comúnmente conocido con el nombre de Urica.

En varias ocasiones he estado en el lugar. Una vez fui con una comisión parlamentaria. Otra vez lo hice por mi propia cuenta, ante la desesperada exigencia de una madre cuyo hijo tenía más de dos meses “desaparecido”, sospechándose que tuvieran allí. En esta oportunidad pude apreciar mejor el dispositivo militar. El Tocuyo es una ciudad donde se observan las huellas de una torpe reconstrucción, luego de los daños que sufriera con el terremoto de 1950. Calles mal trazadas, casas de pobre arquitectura, borraron la imagen colonial de la ciudad. Pero lo que más llama la atención de El Tocuyo, lo que de inmediato despierta la curiosidad del visitante, es la profusión de los efectivos y emplazamientos militares. Todo el ámbito de la ciudad y sus alrededores está dominado por el ejército. También el ánimo de sus habitantes. El temor nutre la diaria existencia de sus moradores. La actitud huidiza, evasiva, el comentario en voz baja, revelan una prolongada opresión producto del atropello sistemático, el estado de excepción y las leyendas e historias que las gentes comunican al forastero una vez que han entrado en confianza. En la ciudad funciona el Cuartel Corpahuaico, nombre que le viene de unos barrancales peruanos, próximos a la frontera con Bolivia, donde librara una victoriosa batalla el General tocuyano José de la Trinidad Morán en 1824, seis días antes de Ayacucho. La edificación fue planeada inicialmente para que sirviera de sede al Mercado Principal. Pero el Ejército la ocupó y desde entonces funciona como establecimiento militar y retén de detenidos. En la Prefectura también funciona otro retén. Algunos presos después de liberados me han contado que el traslado de los detenidos de un lugar a otro constituye una de las maniobras favoritas de las la autoridades. El sistema suelen ponerlo en práctica para burlar las investigaciones parlamentarias y judiciales. Mediante este truco resulta fácil negar a un detenido, ocultarlo por tiempo indefinido.

A una escasa distancia de la ciudad, en una colina desde donde se divisan los valles sembrados de caña, está el comando antiguerrillero. El centro de dirección opera en una vieja casa, amplia y rodeada de árboles. Por todas partes hay carpas. Una de mayores proporciones me llamó la atención y a una pregunta inquiriendo acerca de lo que había en ella, se me dijo: ¾”Ahí tenemos un equipo de transmisiones igual al que usan las tropas norteamericanas en Vietnam... ”. El informante no ocultaba el orgullo que le producía su utilización y dominio por los efectivos militares criollos de los modernos recursos técnicos que en otras latitudes emplea el Ejército Imperial. Bajando la colina por el lado contrario al que da hacia la ciudad, está el campo de aterrizaje. Para ese momento estaba en construcción; pero mi informante sostenía que era de primera. Al estar terminado, en él podrían aterrizar aviones grandes. “Cuando nos vayamos de aquí le dejaremos este regalo a los tocuyanos”, sostuvo mi acompañante con insistencia y satisfacción. Como queriendo significar con ello que El Tocuyo se modernizaba gracias a la presencia de la unidad antiguerrillera. 

CUANDO me llegaron las primeras noticias acerca de un hombre que había sido torturado e incomunicado durante varios meses en el Campo Antiguerrillero ubicado en El Tocuyo, el TO-3, mis informantes agregaron: “a ese hombre lo enterraron vivo”. Desde ese momento empecé a investigar. El caso tenía un especial significado. A lo largo de varios años he obtenido información sobre presos que fueron sometidos a los tormentos más crueles. Ahora se agregaba una nueva modalidad al suplicio. Al hombre de Urica se le había obligado a cavar su propia tumba y luego se le enterró. Con algunos presos que estuvieron en el Campo y que luego fueron trasladados a otras créceles o puestos en libertad, pude confirmar el rumor. Más las informaciones seguían siendo incompletas y confusas.

Algún tiempo después se produjo la confirmación a través de una carta procedente de Lima. En la referida carta, firmada por un ciudadano de apellido Labana ¾apellido que por cierto se prestaba a confusiones¾ este daba cuenta de su estadía en Urica y mencionaba el episodio del enterramiento. Además suministraba datos en torno a dos personas que estaban “desaparecidas”: Andrés Pasquier y Felipe Malaver. La esposa de este último, a quien le suministré la información, llegó a comunicarse telefónicamente con Labana en Lima y le pidió que regresara a fin de rendir el testimonio que poseía, confirmatorio de la detención de Malaver.

Un día, estando en mi oficina de trabajo, se presentó un hombre joven, de regular estatura y contextura delgada que me dijo: “Yo soy Efraín Labana”. A partir de ese momento sostuvimos largas conversaciones. Le pedí que me relatara su experiencia carcelaria y que me informara todo cuanto sabía sobre la detención de Pasquier y Malaver.

Labana es un narrador nato. Un hombre que cuenta con facilidad, con voz lenta, suavemente. No olvida detalles ni se pierde en aspectos que no tengan que ver directamente con el tema central de su exposición. De inmediato aprecié estas cualidades en él. Así como su firmeza, su humana sensibilidad. Su decisión de referir sin temor alguno todo cuanto le sucedió.

Algo que llamó la atención fue su sobriedad. Contaba lo que le había ocurrido sin odio, parecía no importarle el procedimiento al cual fue sometido. O pretendía despersonalizar el hecho; despojarlo de todo matiz subjetivo. En cambio, ponía énfasis y mostraba su angustia ante la suerte corrida por Pasquier y Malaver. A éste lo había conocido y todo su esfuerzo se orientaba a demostrar que efectivamente lo vio en Urica; que la negativa del Gobierno a aceptar la detención era una mentira destinada a encubrir inconfesables procedimientos.

Las Conversaciones con Labana se prolongaron y se hicieron más precisas. El tiempo y los hechos que se sucedían en el país me confirmaban en la necesidad de disponer de algunos testimonios irrefutables, con una proyección histórica. Tomé notas, verifiqué sus aseveraciones, constaté fechas, nombres de personajes y lugares. Me habló sobre su vida, su familia, su mundo afectivo del Barrio Lídice, las ocupaciones que había tenido, su experiencia como buhonero. Me relató una y otra vez su detención, los sitios a donde fue llevado. Me describió sin variar ningún detalle, en una y otra oportunidad, aquella monstruosa ceremonia de enterramiento de la cual había sido víctima. Pero, repito, su interés mayor consistía en demostrar que él si había visto en el Campo Antiguerrillero, en celdas vecinas, a Pasquier y a Malaver. Una tarde estando en mi casa, con su característica discreción, me dijo: “hay algo, doctor, que no le he contado”. Y en seguida me relató el suplicio con fuego al cual fue sometido después del simulacro de entierro. Cuando concluyó sudaba copiosamente. El recuerdo de aquellos momentos; las sombras de una infamia que la memoria rechazaba, resistiéndose a volver a aquel espantoso momento, provocaba en él una fuerte tensión emocional. Como para que yo no dudara de lo que me decía, procedió a bajarse los pantalones y dándose vuelta me mostró una enorme y repugnante cicatriz en las nalgas.

Estoy acostumbrado a conocer casos y a tratar situaciones donde la sordidez y la vileza son una constante. Pero aquella prueba de crueldad inútil, de miseria y cobardía; de desprecio hacia elementales derechos y de absoluta negación de la dignidad humana, provocó en mí un arrebato de ira. Al día siguiente llevé a Labana donde el Fiscal General de La República. En la propia oficina de éste, ante la mirada sorprendida del máximo garante de la legalidad democrática ¾tal como lo consagra la retórica constitucional¾, obligué a Labana a que exhibiera el tatuaje de la tortura. Antonio José Lozada, para entonces Fiscal General, no pudo contener una exclamación de sorpresa y desagrado y dio instrucciones para que de inmediato fuera investigada la denuncia. Sólo que cuando el ofendido volvió a la Fiscalía, esta vez solo, y trató de declarar sobre las humillaciones y violencias de que había sido objeto, se le dijo que lo hiciera en otra oportunidad. Que por ahora únicamente interesaba su testimonio sobre Pasquier y Malaver.

EL testimonio de Labana no se podía perder. La reacción de la Fiscalía demostraba que el tema no le interesaba. Soslayarlo, sin negar abiertamente la investigación, era una política en la cual el Despacho tenía sobrada experiencia. La acusación de Labana era clara, rotunda; no dejaba oportunidad para la duda. Y era comprometedora. Una vez iniciada la investigación había que citar a las personas a las cuales Labana acusaba abiertamente. Labana daba nombres, grados, posiciones, lugares, fechas; citaba a otros presos que estuvieron recluidos con él. Había la constancia de que se le llevó a Urica, entre otras razones porque sus familiares lo vieron allí; y estaba la expulsión de hecho del país, el pasaporte sacado en Barquisimeto. Luego estaban las huellas del tormento.


Una curiosa y celestinesca doctrina investigativa asignaba a las marcas de la tortura importancia decisiva. Frente a esta posición yo había sostenido en numerosas ocasiones que las huellas se borraban con facilidad, desaparecían con el tiempo, bien porque los exámenes eran realizados con tardanza, o bien porque los torturadores habían mejorado sus métodos: golpeaban en las partes blandas del cuerpo, se protegían las manos con guantes, en fin, habían alcanzado un alto grado de refinamiento. Con Labana esa teoría se hallaba en aprietos. Las Huellas en su cuerpo, pese al tiempo transcurrido, eran imborrables. Surgían como una implacable acusación contra los verdugos. Pero también contra el régimen.

Además, Labana podía ser detenido de nuevo en cualquier momento. La represión no conocía para entonces fronteras. Las denuncias sobre la “desaparición” de ciudadanos continuaban produciéndose. Todo esto me indujo a considerar que había que garantizar, en alguna forma, el testimonio de Labana. Debía quedar constancia de lo que había sucedido. Fundamentalmente para el caso de repetirse su detención. De esta forma se podría dar la alerta acerca de los riesgos que corría su vida. Esta previsión estuvo inicialmente presente en la búsqueda de una fórmula que salvaguardara la seguridad de Labana. Nada más indicado que una grabación. Su valor, desde el punto de vista legal, era escaso; mejor dicho, nulo. Pero su valor político era innegable. Grabar la voz de Labana, recoger todo el relato y agregar al expediente algunas fotos, conformaba una pieza importante a la cual se podía recurrir en un momento dado. Así nació la idea del reportaje a Efraín Labana.


EL segundo paso consistió en encontrar quién hiciera la grabación. No se trataba de una grabación cualquiera. El material obligaba a definiciones políticas muy claras. Pero era indispensable también un conocimiento a fondo del oficio. De lo contrario, el testimonio podía perder valor, calidad e impacto. Una grabación monótona, lineal, efectuada de manera pasiva, podría convertirse en una simple acumulación de datos y de anécdotas. Era indispensable que la exposición no perdiera vivacidad, que fuera captada la espontaneidad del narrador. Que no se manipulara al personaje ni se lo forzara a situaciones truculentas que restaran naturalidad al relato y que, al mismo tiempo, no se incurriera en los riesgos de un trabajo mecánico.

No vacilé en la escogencia. Hablé con Freddy Balzán, quien de inmediato aceptó. Balzán reunía las dos condiciones requeridas: una clara posición política y capacidad profesional. Como militante político es un hombre comprometido con la lucha popular. Como profesional es un reportero radial de primera: activo, diligente. Todo el día está en la calle recabando informaciones, llegando a todas partes. Igual hace la crónica política que levanta una encuesta en una barriada popular. No es un recogedor de noticias; busca la información y la trabaja con pasión, presentando sus distintos ángulos.

Los primeros encuentros no se hicieron esperar. En sus horas libres Balzán instalaba la grabadora en mi casa, mientras Labana avanzaba en su narración. Fue una labor apasionante que culminó al cabo de varios días. En ella Labana ratificó sus denuncias, con la misma serenidad y firmeza con que las había expuesto en anteriores oportunidades. El clima que envolvía al relato, una vez grabado éste en su totalidad, era de increíble coherencia y tensión. Todo aquel recuento de sufrimientos y arbitrariedades fue expresado de manera impecable, escueta, sin falsas entonaciones, sin arreglos, sin alardes emocionales.

De pronto un hombre decide contar los atropellos de que había sido objeto. Sin que su voz se altere; con una voz atemperada en el martirio. Entonces empieza muy lentamente. Y habla de cuando lo detuvo un agente del SIFA, en el centro de Caracas, y cómo es llevado al SIFA y después a la Digepol y los golpes en uno y otro sitio y la angustia de pasar las navidades en la cárcel y el anuncio de libertad y el envío a Barquisimeto y el viaje a “la tierra donde todo el mundo habla, de donde no se regresa”, y la llegada a El Tocuyo y el enterramiento y la vida que se escapa y la vuelta a la vida y de nuevo la tortura (ahora con fuego) y los personajes que lo rodean, uno que primero lo veja y golpea y después lo cura y los interrogadores y los otros presos y el cumpleaños y Malaver que celebra los dos años de hija y la huelga de hambre y la salida y la expulsión del país.

¿Cuánto tiempo dura todo eso? El lapso comprendido entre el 20 de diciembre de 1965 y el 11 de noviembre de 1966. La fecha de la detención en Caracas y la fecha en que, en horas de la madrugada, Efraín Labana es llevado a Maiquetía por una comisión de SIFA y metido en un avión que lo conduciría a Lima. Trescientos veintiséis días de vejámenes, torturas e incomunicación, interrogatorios, traslados, sin juicio ni defensor, metido en el engranaje de una maquinaria implacable, por momentos brutal o refinada, que violentaba o halagaba según las circunstancias; completamente a la deriva, consciente de su indefensión, movido por resortes extraños dentro de un universo cerrado, de antivalores, capaz de desquiciar la mente mejor dotada y de quebrantar la voluntad más templada.

EL vigor de la narración de Efraín Labana sirvió para ilustrar una conversación sostenida con un grupo de intelectuales latinoamericanos asistente al Congreso que se realizara en Caracas en 1967. La versión oficial de un ambiente de respeto a la dignidad humana y los derechos de los venezolanos que se pretendía acreditar en el ánimo de los asistentes a aquel evento, debía ser rebatida. Una noche se dieron cita en mi casa, entre otros, Vargas Llosa, García Márquez, José Miguel Oviedo, Alberto Zalamea, Angel Rama y numerosos escritores venezolanos. Después de explicar la “otra cara” de la política venezolana, la voz de Labana se dejo oír a través de la grabación. Un silencio tenso, de recogida emotividad, fue el homenaje que rindieron los mejores narradores latinoamericanos presentes a aquel narrador elemental, que contaba su propio drama eliminando todo elemento fabulador, poniendo de relieve las inmensas posibilidades del ser humano implicado en una realidad histórica concreta.

Recuerdo que en el momento de despedirnos, García Márquez comentó: “Es terrible y monstruoso lo que le ha sucedido a este hombre. ¡Qué despreciable es todo esto!”.

La grabación de Labana se ha utilizado en filmaciones, en montajes, y muchas personas que saben de su existencia han pedido escucharla. Alguien sugirió una vez la transcripción. Labana accedió, y una experta taquígrafa se ofreció para hacerla. El trabajo resultó arduo. Había que respetar al máximo el contenido de la narración y la forma expositiva. Esta fue resguardada con celo y diligencia y se acogió con fidelidad la propia sintaxis de la declaración. La lectura del material, tan pronto como estuvo concluido, vino a confirmar su calidad, su valor intrínseco como pieza testimonial.

HA pasado algún tiempo y el clima en que se debatió Labana se mantiene en el país. Hay variantes, pero todas dentro de una línea común de actuación para los factores del sistema. La denuncia sobre sus torturas fue consignada por Labana oportunamente y ante la autoridad competente. Pero ni siquiera se realizó la respectiva investigación. De Andrés Pasquier y Felipe Malaver, vistos por Labana y otros detenidos en El Tocuyo, nada se ha vuelto a saber. Lo cual confirma que en la Venezuela de esta época ¾democrática, con un régimen de derecho y una Constitución que garantiza teóricamente la vida y la seguridad personal de todos los ciudadanos¾ puede “desaparecerse” a unos hombres, previamente detenidos por las autoridades, en número que ya pasa de los 250, sin que medie una investigación o cuando menos una explicación que sirva de elemental consuelo a los familiares que aguardan en la angustia.

Estamos en Presencia ¾no hay duda de ello¾ de una organización para degradar al hombre. Las torturas y todo el procedimiento empleado contra Efraín Labana, un hombre que logró vivir para contar su odisea, revelan los rasgos típicos de una política envilecida, alimentada por el atropello, aplicada a conciencia y manejada con apego a esquemas que juegan hábilmente con la impostura democrática. El relato testimonial de Labana rebasa los límites de la denuncia contra un gobierno: compromete a toda la sociedad; a todo el sistema de valores sobre el cual está montado el actual régimen político y económico venezolano. Él es por sí solo el más rotundo y dramático testimonio contra la alternativa democrático-representativa falseada en sus bases de sustentación, cuando ésta ha devenido en la forma política favorita del neocolonialismo. Contra la democracia ficticia, o “fraudulenta”, para usar el término usado por Puiggros. La democracia representativa como expresión institucional de las miserias del subdesarrollo y de la explotación imperialista tiene fatalmente que corromperse. La contradicción entre la realidad y las formas se hace insostenible, y a la postre se imponen las manifestaciones más opresivas. Entonces sólo quedan en pie, con todo su poder mixtificador, las ficciones de un sistema de libertades en abstracto.

Sartre dijo una vez al tratar el tema de la tortura: “Nosotros nos sentimos fascinados por los abismos de lo inhumano; pero basta un hombre fuerte y obstinado, decidido a cumplir su profesión de hombre, para arrancarnos del vértigo: la tortura no es inhumana; es simplemente un crimen innoble y crapuloso, cometido por hombres y que los demás hombres pueden y deben reprimir. Lo inhumano no existe en ninguna parte, salvo en las pesadillas que engendra el miedo. Y, justamente, el sereno coraje de una víctima, su modestia, su lucidez son los que nos despiertan para desmistificarnos”.

Estas palabras fueron escritas por Sartre hace once años, cuando se torturaba en Argelia. Pero lo mismo pudieran estar referidas al caso de Efraín Labana.

AGREGARÍA finalmente: tengo la convicción de que dentro del sistema no hay justicia. Todo, todo lo ocurrido en Venezuela antes del 23 de enero y después del 23 de enero, durante una dictadura militar tradicional y en un régimen democrático, confirma esta apreciación. Expresada, desde luego, sin pesimismo. Consciente de que esta certidumbre clarificadora contribuya a la búsqueda de alternativas correctas.

Es inútil pedir justicia para estas víctimas, para las víctimas que el sistema desprecia.

Caracas, septiembre de 1969.


JOSÉ VICENTE RANGEL

lunes, 17 de septiembre de 2012

Conjunto Tocuyo,,en bailes tocuyanos


 Conjunto orquestal de música bailable creado en El Tocuyo en 1940 por el dinámico y entusiasta músico José Encarnación Yépez (Chón Yépez), quien fue su director hasta 1950, fecha en que el conjunto se disolvió a causa del terremoto del 3 de agosto que, lamentablemente, silenció las alegres melodías de este inolvidable conjunto.

   Sus actuaciones comenzaron en los carnavales del año 40 con un quinteto integrado por José E. Yépez y Pablo Canela, violines; Ramón Torres, contrabajo; Ramirón, cuatro; Rubén Losada, batería. En  Diciembre del mismo año este grupo amenizó las fiestas del pesebre navideño en el Centro Social de Damas, bajo la presidencia de dona Josefina Celli de Bruni. 

Dado la aceptación que tuvo del público se le incorporaron nuevos miembros, se aumentó y mejoró la categoría de los instrumentos y, en breve tiempo, el Conjunto Tocuyo tenía ya nombre hecho y gozaba de prestigio y simpatía en la localidad.  Contribuía mucho a ello la tenacidad de su promotor y director José Yépez, quien con sentido práctico y visionario se mantenía al tanto  de la actualidad musical del país.  Era el alma y esencia del Conjunto Tocuyo y su motivación la comunicaba a los demás integrantes. Entre los años 1940 a 1950,  el Conjunto Tocuyo tuvo gran auge musical. Sus primeras tocadas eran pagadas a precios íntimos, pero posteriormente llegó su director a percibir Bs. 500 como pago por una fiesta bailable.


Por este conjunto desfilaron conocidos músicos tocuyanos. Recordamos a José E. Yépez, director y ejecutante del saxofón; Pablo José Briceño, José María Pérez Agüero, Nelson Parra y Homero Parra, ejecutantes de piano en oportunidades diferentes; Ramón Torres y Hedilio Pérez, contrabajo; José ‘Che’ María Giménez, cornetín; Francisco (Chico) Gil casado con Doña Susana Saldivia Chavez, clarinete; Rubén Darío Losada, trompeta; Jesús María Peraza Yépez, bombardino y batería; Carlos Ortiz, trombón; Pablo Canela y Francisco Ortiz, cuatro. Encargados de la percusión: Erraides Castillo, Alirio Mendoza (El Pintao) y José Colmenares (El Pelón). (Revista INCE. 1977.Págs. 41-42-43).